“Ese… ¡ya no es mi problema!” solía a veces repetirme a mí misma con la intención de no dar rienda suelta a mi compulsiva tendencia a ayudar a otros, y algunas otras veces, lo escuchaba decir a otros y me sonaba un poco a falta de empatía o poca solidaridad. Pero hoy, luego de 13 meses de pandemia y con la consciencia de ser una sobreviviente de esta Guerra Mundial, empiezo a darme cuenta de que estoy, inevitablemente, en medio de un problema que SÍ es mi problema y que a la vez es también el problema de otros (7 mil millones de seres humanos, mortal más, mortal menos y cada vez menos).
A nadie le gusta estar en el campo de batalla, al menos, no sin estar mínimamente /humanamente protegido(a) con armas, casco, refugio mínimo, alimentos, agua y al menos un hospital de campaña cerca. Y por supuesto, algún compañero de contienda con quien hablar por las noches o durante las treguas de alto al fuego, antes del siguiente bombardeo y su saldo de muertes.
Nadie escogería quedar herido de gravedad sin alguien que te pueda socorrer a tiempo o alcance a despedirte con amor y compasión humanos. Nadie…

Ni tú que lees esto, creo yo, pero… ¿Qué hacer si este problema que, aparentemente, iniciaron otros SÍ es tu problema? ¿Cómo moverte dentro de ese campo de batalla y no decaer si ves a tus amigos heridos o caídos antes que tú? ¿Cómo evitar caer tú de un disparo mortal?
Lo primero que se me ocurre decirte es que ACEPTES TU CIRCUNSTANCIA, que no la rechaces ni la niegues ni la encubras… No estás en una playa paradisíaca, ni en un bosque protegido, ni en una laguna encantada. Estás en la zona que estás, con los compañeros de batalla que te asignó la Vida, y con los riesgos y estrategias que deciden los mandos “mayores” a cargo del regimiento.
En segundo lugar, MIRA LO QUE TIENES, con qué cuentas, qué recursos puedes utilizar y cómo puedes aprovecharlos al máximo. Porque lo que está sucediendo no solo tiene que ver con lo visible (harto conocido ya) sino , esencialmente, con lo invisible. Y es aquí donde has de ejercitar tu arsenal más valioso; ese que nadie puede destruir: tu fortaleza, tu decisión, tu ingenio, tu voluntad, tu paz en medio del torbellino, tu deseo de hacer prevalecer lo que te define como ser humano, tu confianza en lo temporal de la contienda, tu deseo de trascender los retos y afianzar la Vida; en otras palabras, tus ganas de vivir
SOLO(A) NO PODRÁS ANDAR MUY LEJOS. Es el tiempo de identificar quiénes son tus aliados, los que tienes cerca y no tan cerca; los de afuera y los de adentro; lo viejos conocidos o los que llegarán. Filtra, selecciona muy cuidadosamente tu red de apoyo, porque será la que te sostenga en los próximos años.

Y por último…
Recuerda que TODO ESTÁ CONECTADO, que esta contienda es planetaria y me atrevería a decir, universal; que ya no hay pero ni tiempo cronológico que valga .
Es lo que te(nos) toca vivir.
Entonces, es necesario que mires más allá de lo evidente, que creas en lo que aún no se manifiesta visiblemente, pero es y está: que pongas en práctica las verdades de tu corazón, esas que solo tú conoces y que al mismo tiempo tienes en común con más seres humanos de los que puedes imaginar.
Cultiva las semillas que hasta hoy sembraste, abonando y regando el terreno. Continúa sacando la mala hierba, lo que retrasa tu crecimiento, porque ya no hay tiempo para dilaciones.
El tiempo de cosecha llegará…los abrazos volverán, las carcajadas compartidas no serán cubiertas, la fuerza de la Vida se abrirá paso…
Y así, un día despertarás y percibirás el amanecer con más de cinco sentidos, y este campo de batalla que un día cubrió de oscuridad el cielo, será tierra fértil para cosechar frutos selectos y de altísima calidad humana transmutada y evolucionada.

A propósito, hace 200 años los habitantes de esta parte del planeta (América del Sur), vivían algo muy parecido en medio de sucesivas guerras por liberase del yugo colonizador europeo.
¿No será que la historia vuelve a repetirse cuando las heridas siguen abiertas?
La injusticia social y económica, la mirada indiferente, la distracción cómplice que adormece la incomodidad de ver el sufrimiento ajeno, la sensación de ser diferente y superior o inferior al otro, la corrupción extendida hasta niveles inimaginables…
En aquel tiempo, el enemigo se mostraba visible, ahora, la lucha no es solo contra un virus minúsculo, sino contra todas las fuerzas oscuras que habitan el espíritu de los hombres y le han producido ya, fibrosis avanzada en el corazón.
Por ahora lo dejo ahí, pues cualquier parecido puede ser una simple coincidencia
La batalla que nunca podré ganar es la batalla contra mi humanidad y mi fe, la fe incontrolable que llevó a la humanidad a vencer lo que sea que pudo haberla matado hace siglos. La creencia, también en mi caso, de que todo esto sucede por algo. Así como la vida parece habernos otorgado nuestros injustos privilegios, así también nos ha golpeado sin aviso. Una cadena que nadie es capaz de ver en su totalidad, pero que tengo fe en que es una cadena armónica, poética, divina. Y estamos aquí para hacerla fuerte, para levantarnos con la necesidad de revolucionar lo que haya que revolucionar. Gracias por compartir esto, leer textos así siempre me recuerda que no me debe llegar la noche sin que haya intentado reforzar esa invisible cadena.
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Así es, Miguel, comparto plenamente tu sentir. Todo está relacionado desde niveles muy profundos, que escapan al entendimiento humano, hasta aquellos hechos visibles que, de cuando en cuando, nos recuerdan la grandeza de estar vivos y poder relacionarnos. Celebro recibir tu mensaje y tu sabia visión de lo que ocurre. Un gran abrazo y espero que sigamos librando la batalla e intercambiando sentires.
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