VICKY

Podría empezar esta presentación mencionando los datos biográficos tradicionales y, probablemente, no lograría transmitir lo que considero puede reflejar lo esencial de mí. Trataré, entonces, de matizar algunos datos objetivos con aquellos hechos que le dieron a mi vida el quiebre e impulso necesario para llevarme por nuevos e inesperados rumbos; aun en contra de mis propios planes e ideales.

Nací en Barranca, una pequeña provincia al norte de Lima, en la costa del Perú. Mi familia era bastante conservadora, pero de ella heredé principios morales sólidos, basados en el respeto y consideración al otro, la solidaridad y generosidad. Ya a los 7 años tuve una terrible confusión con las lecturas sobre el Juicio Final (Apocalipsis), que descubrí en una Biblia de hojas delgaditas que mi abuela guardaba en el cajón de una mesa. No entendía por qué existían castigos tan drásticos y pensaba en todo lo que  tendría que esforzarme, en adelante,  para ser digna de salvación.

biografía 1

A los 13, decidí que yo cambiaría el mundo con mi bondad y preparación profesional,  y luego de ser alcaldesa en mi colegio y terminar la secundaria con magníficas notas, me mudé a la ciudad de Lima e inicié la carrera de Ingeniería de Sistemas sin tener vocación ni idea de lo era esta profesión. A  los 17 , luego de intentar aprobar los difíciles cursos de matemáticas y física, decidí dejarlo todo, asimilarme a una organización religiosa ultra conservadora, ser misionera célibe y viajar por el mundo ayudando a los pobres y marginados.

 Felizmente, esta decisión se vio truncada porque en un acto de supervivencia, luego de tres días de ayuno y con el cerebro y el cuerpo debilitados, tome la decisión de buscar a mi familia “para despedirme”. Así, luego de dormir y comer, volví  a la razón y me di cuenta que mi decisión de ser misionera había sido un escape desesperado para darle sentido a mi vida. Luego de esta difícil experiencia, decidí cambiar de carrera y, finalmente, terminé estudios en Ingeniería Económica y Ciencias Sociales con muy buenas calificaciones. Ese mismo año, mientras realizaba mis prácticas pre profesionales, supe que sería mamá. Tiempo después, cuando ya casi llegaba a los siete meses de embarazo, recibí la noticia de la muerte repentina de mi madre justo la víspera del Día de la Madre, en mayo de 1988.

La muerte de mi madre, la rescisión de mi contrato de trabajo debido a mi maternidad y la difícil convivencia con el padre de mi hijo, me llevaron a la decisión de separarme y regresar a la provincia donde nací. Esto cambió definitivamente el rumbo de mi vida, apartándome de la vida profesional y la posibilidad de tener una familia tradicional.

Biografía 2

Asumí íntegramente mi responsabilidad de madre y decidí iniciar un pequeño negocio de comercialización de ropa interior  en un espacio en la casa de mi padre. Él y mis hermanos me brindaron apoyo en los primeros años, que fueron los más difíciles. Así, trabajando en casa, pude estar cerca de mi hijo y a la vez darle sustento y educación. Fueron años muy difíciles pero, aun así, pude encontrar algunos  momentos libres  para practicar danza clásica y tradicional en una academia local.  Esto me daba alegría y me permitía estar vinculada a esa parte de mí que amaba el arte, la luz y el movimiento.

Mi hijo crecía, el negocio empezó a dar frutos, pero yo me sentía muy agotada física y espiritualmente. El negocio demandaba atención casi los siete días de la semana, además de mis responsabilidades de madre. Transcurrieron así, dieciséis años. Mi alma me decía a gritos que hiciera un cambio, que dejara de trabajar en una actividad tan demandante y agotadora. No sabía cómo hacerlo, pues en los años transcurridos no había habido tiempo para retomar mi profesión y estaba ya bastante lejos de la vida académica y profesional. No tenía idea de cómo salir de esa rutina, pero interiormente, en momentos de íntima reflexión, pedía a Dios, a la Vida, a Fuerzas Superiores… un cambio, una salida a esa forma de actividad frenética que parecía recomenzar cada día y no acabar nunca.

Bigrafía 3

La Vida me escuchó. En abril del 2004, durante una cirugía del bajo vientre, mi vejiga fue cortada debido a una negligencia médica y quedó inutilizada. Esto alteró una función vital  de mi organismo, afectando, inevitablemente, otros órganos importantes de mi cuerpo con el riesgo de una infección generalizada que podría tener consecuencias fatales. En esos momentos, mis pensamientos y los de mis seres queridos me llevaban a creer que era  la fatalidad del destino  la que había hecho que una intervención quirúrgica me llevara a tal estado de postración. Pero había un sentido profundo detrás de esta aparente desgracia.

Recuperar mi vejiga no fue fácil. Fue casi un año de incertidumbre, angustia, discapacidad y pérdida de vida activa. Pero la Intervención Divina hizo posible que, a través de amigos y conocidos de amigos, pudiera encontrar los médicos de alta especialidad que lograron solucionar el delicado problema.

Y así, pude recuperarme.

Pero la Vida me tenía reservadas aún más sorpresas…

Decidí dejar la actividad comercial aún sin saber muy bien a qué me dedicaría. Mi hijo, para entonces, tenía ya dieciséis años y se trasladó a Lima a seguir estudios superiores.

Siempre había querido servir a los demás, contribuir con mi sociedad, ayudar a otros. Entonces, recordé que las actividades artísticas me ayudaron en tiempos difíciles y decidí emprender una escuela de arte;  un espacio en el que personas de todas las edades pudieran desarrollar sus habilidades artísticas y encontrar, así, mayor sentido a sus vidas. Para ello, contaba con una casa que había construido y diseñado para este fin durante aquellos dieciséis años de trabajo incesante en el negocio. Emprendí este proyecto poniendo en él toda la fuerza, el empuje y los recursos que me quedaron luego de liquidar mi negocio. Me capacité en gestión cultural, busqué artistas de la zona, y aún de Lima , para que trabajaran como profesores en esta escuela. Diseñé un proyecto serio que incluía un minucioso estudio de mercado, una atractiva campaña publicitaria y precios muy convenientes.  El público llegó. Eran mayormente niños y adolescentes, pero solo asistieron los dos meses de vacaciones escolares.  Luego, invitamos al inicio de un segundo ciclo para adultos, pero nadie más llegó. Esperé un año, invertí los últimos recursos que me quedaban, moví contactos, busqué convenios… pero nada. El proyecto fracasó rotundamente.

Biografía 4

De nuevo me encontraba tratando de entender qué había pasado, buscando el porqué de este fracaso. Yo quería ayudar a otros, crear un espacio de desarrollo. No me importaba ganar dinero. Solo quería una actividad que me conectara con la vida. Mi mente no lograba entender.

Para entonces, ya no tenía dinero, ni trabajo, ni a nadie viviendo a mi lado. Me encontré de pronto en una casa grande con salones y espacios para albergar a varias personas, pero sola, completamente sola. Tenía el sustento mínimo diario, pero ni televisión, ni radio, ni conexión a Internet (curiosamente todo se malogró al mismo tiempo). Solo un libro para leer.

Y fue entonces cuando me hice nuevas y más profundas preguntas: ¿A dónde voy? ¿Para qué existo?  ¿Para qué sirvo?

Una noche, luego de varios meses de silencio y soledad, pedí con todas mis fuerzas un rumbo…cualquiera…necesitaba desesperadamente darle sentido a mi vida.

A partir de esa noche, se sucedieron una serie de hechos que me llevaron a salir de la provincia donde vivía. Alquilé la casa que había construido y con esa renta pude pagar una habitación pequeña en Lima , cerca de un instituto al que asistía para aprender un idioma extranjero. Luego de dos años, logré trabajar como profesora en algunos institutos de idiomas de prestigio. Realizaba mi trabajo con entusiasmo y era considerada buena profesora; pero al terminar el día, siempre me asaltaba la pregunta:  ¿Qué sentido tiene mi vida?

Mis ingresos mejoraron y entonces pensé que sería bueno para mí retomar mi profesión o iniciar nuevos estudios universitarios. Tal vez así, pueda ayudar más a otros, pensaba.

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Sería muy largo relatar las veces y formas en que intenté volver al mundo académico y profesional. En todos mis intentos, siempre ocurría algo que me impedía iniciar o continuar los estudios. Fue tremendamente difícil aceptar la señales que la Vida me estaba dando, que me decían a gritos que parara esa compulsión por “hacer y lograr cosas”, especialmente, aquellas que yo creía podrían “ayudar más a los demás”.

Empecé a mirar dentro de mí, sequé muchas lágrimas, anduve solitaria por tantos caminos, subí montañas, mojé mis pies en el mar, presencie muchos atardeceres, visité ciudades lejanas… Y en medio de esa inmensa  soledad, iluminada por  encuentros periódicos con mi hijo, quien siempre me brindaba  su apoyo,  fui descubriendo verdades internas que me liberaron del dolor y la angustia de querer ser algo distinto a lo que ya era. Empecé a aceptarme, a valorar el Ser y no el tener o el lograr.

Me fui calmando, empecé a Vivir…

Y por fin me reencontré conmigo, con esa Vida que palpitaba dentro de mí y que para expresarse no le hacía falta nada más que  la disposición hacia su propio Ser; ese que disfruta intensamente con la calma y la armonía de su música interna , que puede crear y recrear a cada instante sin necesidad de etiquetas externas. Los prolongados períodos de soledad no me apartaron en absoluto del disfrute del compartir experiencias con otros (aún los más “distintos” de mí). Mi alegría estaba y está intacta; el amor que puedo ofrecer hoy fluye sin esfuerzo con naturalidad y verdad.

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Hace algunos años, descubrí que al conversar con otra persona puedo transmitir, con cierta facilidad,  información que las personas que me conocen dicen que les da nuevas luces sobre un problema o situación difícil en sus vidas. Es algo que no me propongo hacer deliberadamente (y no es resultado de un esfuerzo mental o de conocimiento profesional o especializado) sino que, simplemente,  surge y lo comparto.

Y eso es lo que ahora soy, una vida que se acerca a otra en libertad sin creer que posee conocimiento o verdad y que, simplemente,  está dispuesta a escuchar y transmitir su experiencia desde el más profundo respeto, honestidad y amor.

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