“- La paz sea con vosotros
– Y con tu espíritu.
– Daos fraternalmente la paz” (¿?) (¡!)
¿Perdón? ¿Están seguros? ¿Puede un simple/silvestre mortal dar a otro la paz?
¿No es demasiado atrevimiento esperar que esto sea verdad?
¿O será, tal vez, que de tanto escucharlo y repetirlo quedó como cierto, o siquiera posible?
Lo que ocurre más bien es que es justamente ese otro el que “te hace perder la paz”, o te trae inquietud, preocupación, fastidio, te colma la paciencia, te pide dinero prestado, abusa de tu confianza o tu noble corazón, te miente, te hace trabajar más de la cuenta, te manipula, etc. Y son más bien contaditos con los dedos de la mano los que te ofrecen una mirada cálida, una sonrisa amigable, un “tiempito” para ti en sus vidas o, por lo menos, no te buscan para que les soluciones sus problemas.
Sí. En realidad, es casi una utopía esperar que otro te de la Paz. Así que será mejor no tomar el rábano por la hojas y en vez de esperar milagros de transformación celestial en el alma de tu prójimo, empieces a mirar un poco de qué sustancia está hecha esa PAZ tuya que sientes que pierdes cuando te relacionas con tu querido e ineludible prójimo, ya sea que venga en la envoltura de vecino, jefe, compañero de trabajo/estudios, “amigo”, familia o (ex) pareja.
¿Qué es PAZ?
Se define por ahí como la relación de armonía entre personas, sin enfrentamientos ni conflictos. También, como la ausencia de ruido o ajetreo en un lugar o en un momento. Y existen otras definiciones que tienen que ver con las relaciones armoniosas entre países en ausencia de guerras o luego de finalizar estas.
Pero me gusta más, esta:
PAZ: Estado mental de quien no está perturbado por ningún conflicto o inquietud.
Me dirás que esto suena a utopía, pero creo que si te animas a lanzarte al río de tu interior y nadar un poquito en esas aguas, a veces no muy cristalinas, obtendrás algunas respuestas.
Tienes Paz cuando, por ejemplo, puedes conversar amigablemente con alguien y entre comentarios amenos y algunas risas y sonrisas puedes expresar tu opinión con libertad y escuchar al otro con mente abierta y sin juzgarlo, porque ese otro tampoco te juzga a ti.
Puedes estar en Paz cuando estando en casa, una mañana, tarde o noche cualquiera, puedes hacer lo que más te hace feliz , como tirarte en la cama o en un sofá y leer, dormir, comunicarte con alguien, comerte un bocadillo o bocadote y ver algún vídeo sin que nadie te perturbe o te recuerde lo que tienes o no tienes que “hacer”.
Sientes Paz cuando, tal vez, una cálida mañana /tarde de primavera u otoño puedes pasear por un sendero conocido y querido por ti; o estar en un parque y sentarte en una banca bajo la casi sombra de un árbol y sentir que hay tiempo aun, tiempo para observar algún pajarillo coqueto moverse de rama en rama, o algún niño inquieto correr detrás de una pelota; cuando no hay tiempo que apremie ni sonidito de chat que interrumpa tus deleites del momento presente.
Dormir una noche de corrido sin que te despierte algún pensamiento impertinente o la preocupación por resolver algún problema, es también estar en Paz. De esto puedes no darte cuenta y dar por sentado tu sueño de cada noche hasta que un día cualquiera tienes que amanecer en la sala de espera de un hospital o clínica para saber sobre el estado de salud de un familiar. Recién entonces, valorarás el regalo precioso de un sueño tranquilo.
Puedes saborear la paz cuando de pronto te das cuenta que no necesitas nada para sentirte vivo y agradecido; que puedes vivir sin tarjeta de crédito, sin más seguidores en tus redes, sin sentir que algo te falta en el closet o en la billetera; cuando dejas de publicar fotos para sentir que existes y no te importan los comentarios malintencionados de algún ex amigo o colega corroído por los celos y el espíritu competitivo. Cuando, simplemente, puedes dejar de mirar el celu con curiosidad compulsiva.
Y a veces le dices a otro: “¡Déjame en Paz! “ Pero ocurre que ni tú mismo estás muy seguro de que estarás en ese estado cuando el otro se marche.
Entonces, creo yo, la Paz no necesariamente es un regalo a conseguir o recibir; tampoco es la ausencia de conflicto, de ruido o perturbación externa. Es, más bien, la consciencia de aquello que aporta a tu armonía interna, a tu estado de calma, a tu equilibrio emocional, mental y espiritual. Es el darte cuenta, reconocer, registrar y recordar ese compás que hace latir tu corazón al mismo tiempo que una serena sonrisa se va dibujando en tu rostro. Y no estoy hablando necesariamente del rostro físico visible, sino de ese otro rostro tuyo que conoces muy bien, el rostro de tu verdadero SER, al que no puedes engañar con frases piadosas ni falsos optimismos. Hablo de esa sonrisa serena que no puede saber más que a victoria, a victoria sobre tu propia vida y tu propia muerte.
Porque el otro no puede darte Paz, puede tal vez compartir la tuya por breves momentos, que agradecerás, pero la responsabilidad de reconocer, cuidar y disfrutar tu Paz te compete solo a ti.
Hace algún tiempo leí algo sobre la Paz que me impresionó. La encontré en la filosofía I-CHING que hoy te comparto:
“Lo opuesto a la Paz es el estancamiento. Simbólicamente, esto indica que la paz no es un absoluto, sino una búsqueda permanente. Y además, indica que el conflicto no es lo opuesto a la paz. Conviene…transformar el conflicto, no suprimirlo “.
Esto lo entiendo como una maravillosa posibilidad de lograr la paz aun en medio de situaciones difíciles, perturbadoras y apremiantes. Como una decisión de vivir con valentía situaciones de conflicto, pero a la vez, tener una actitud que en todo momento mantenga vivo el deseo ferviente de estar en armonía contigo mismo, buscando espacios, tiempos, lugares y seres humanos que alimenten esa decisión aún en medio de grandes tormentas.
Buena suerte en este intento, pues creo profundamente que nuestra conocida y bien intencionada frase “Daos fraternalmente la paz” puede ser cambiada por: “Date a ti mismo fraternalmente la Paz”
Y recién entonces podrás vivirla, disfrutarla y compartirla con los demás.
La paz sea con tu espíritu.