Creer, no creer, querer creer, no poder creer, empezar a creer, no volver a creer… Demasiados estados de la mente para un alma que dispone solo de algunos años cronológicos para poder expresarse. Tal vez la mente, siempre lógica y racional, admita estos estados y recurra a estas frases, según convenga a la circunstancias, para sostenerse cuando llega la turbulenta corriente de lo sorprendente, inesperado y desagradable en la vida.
Y es curioso porque aun los más radicales no creyentes prefieren decir: ¡Esto es increíble! cuando algo los sorprende grata o ingratamente. Porque ante lo que no se puede explicar o entender, hasta el tronco más seco florece. Cuando los hechos superan la más afiebrada imaginación, cuando la Naturaleza irrumpe recordando su supremacía y fuerza ancestral, y cuando olfateas tu propia muerte o la de quienes tanto te importan, entonces surge el:
“Y si hubiera alguna forma de cambiar esto” “Yo no creo en… pero si tan solo hubiera una posibilidad, otra oportunidad… yo haría lo imposible” Los seres humanos tenemos mucho en común, mucho más de lo que pensamos.
Porque independientemente de la forma en que cada cual concibe la vida , la muerte, el bienestar, el éxito o fracaso, estamos hechos de una sustancia muy parecida: el aliento vital que mueve la forma física; manejamos más o menos cinco sentidos , respiramos el mismo aire físico y palpitamos sangre con una bomba estándar que no tiene registro de fábrica ni sabe de dioses, iglesias, escuelas de pensamiento , curas o gurús; estamos pegados a la Tierra porque hay un imán común que nos atrae que hemos querido llamar gravedad, porque nos adaptamos al ciclo día /noche de una bendita luz nacida de un astro incandescente que nos mira a distancia pero no se marcha, porque simplemente… SOMOS.
La mente, el ego y los prejuicios y juicios podrán entretener tu existencia con muchos conceptos y principios, y se entiende, porque a algo hay que dedicarse mientras estamos aquí; pero eso no tendría que distraerte de lo esencial. El asunto no es Creer o No Creer, por ejemplo en Dios, ni tampoco discutir para demostrar que muchos son los llamados y pocos los elegidos, que si no subes al Arca de Noé de alguna Iglesia no podrás resucitar, tampoco se trata de gastar tanta energía en predicar, en convencer o poner en oración a las almas perdidas. El asunto, creo yo, está en ser consciente de esa fuerza invisible que sostiene La Vida – la tuya y la de tu antipático vecino o jefe- , de protegerla, de alimentarla, de desarrollarla y ofrecerla a los demás según te toque y desde el lugar donde te encuentres en ese sendero que caminas con tus propios pies.
Decir enfáticamente que crees en Dios o que eres agnóstico, ateo, o un hombre práctico y racional, no va a sumar ni restar nada al curso inevitable de Tu Vida y de la vida que compartes con el resto de mortales que te acompañan en este espacio- tiempo. De nada van a servir tus argumentos, teorías y modelos si cada día no hinchas el pecho de aire nuevo y te das cuenta de la necesidad de purificación del aire tóxico, para lo cual, afortunadamente “algo o alguien” colocó un par de pulmones y un corazón justo ahí donde están.
Por eso, no vale la pena que desgastes tanta energía, tiempo y neuronas en discutir con otros si Dios existe o no, si tu iglesia es mejor que otras, o que tus conocimientos tienen sólidas bases científicas que no admiten divagaciones idealistas y románticas. Afirma, en cambio, la Vida, apuesta por ella, protégela y defiéndela porque ella siempre te sorprenderá con su magia inesperada, con sus lecciones duras, con su inmensa capacidad regeneradora. Y si eres de los que dicen que los milagros no existen sino solo leyes desconocidas que la ciencia no puede aún probar ; yo te digo que a medida que la ciencia resuelva las interrogantes de hoy, surgirán nuevas incógnitas y estas darán lugar, espacio y tiempo a otras y otras… Si llegas a comprender que la Vida se sostiene por energías que no puedes entender ni controlar, pondrás siempre en lo que haces, un toque de gratitud y humildad ante lo Infinito, Desconocido y Superior; y tu alma se irá acompasando con tu cuerpo y con tu mente y en lugar de discutir el Creer o no Creer, decidirás centrar tu atención en el presente, único momento para simplemente SER.
Te dejo con la sabia reflexión de Paramahansa Yogananda, el santo de la India que vivió en la década de los 40’s, quien anticipó la muerte de su madre, maestro y la suya propia; y cuyo cuerpo se mantuvo incorruptible durante tres semanas antes de ser sepultado. Sus reflexiones sobre Dios, la religión y la ciencia, son verdaderamente profundas y esclarecedoras.
“La ciencia ha llevado a la humanidad a comprender vagamente— la religión no lo ha logrado aún- la inseguridad implícita en todas las cosas materiales las cuales parecen estar desprovistas de sustancia, ¿A dónde puede el hombre, en verdad, volverse ahora sino a su propia Fuente, Origen, el espíritu que mora en su interior?