Te llamo y tu mente ya me olvida
No se que va a ser ya de mi vida.
Yo daría todo lo que tengo por una ilusión…Dice una romántica balada de la década de los 70´s.
Estoy casi segura que lo primero que vino a tu mente, al leer estas primeras frases, fue el recuerdo de algún escurridizo o frustrado amor y que asociaste lo leído, a esa sensación de tristeza, fastidio e impotencia por no recibir a cambio lo mucho que estabas dispuest@ a dar, o al menos, la esperanza de que algún día ese amor pudiera ser…
Pero mientras suspiras y evocas ese agridulce amor, yo te iré contando cómo llegué a esta conclusión (“Te amo y no soy…”) . No fue precisamente al analizar mis sentimientos e intenciones con alguna pareja, sino cuando empecé a reflexionar sobre mi relación con mi primer y más cercano núcleo familiar consanguíneo, del que, para bien o para mal, absorbí mis primeros esquemas afectivos y sentimentales; esquema que luego trasladé a mis relaciones con el resto de seres humanos, incluyendo al “amor de mi vida” y sus clones.
“Abraza a tu hermanita, no peleen. Si no se acerca, acércate tú. Uno de las dos tiene que ser la más juiciosa. No importa cuántas veces te rechace”.
“A ver… ¿Cuál de las dos aguanta más?” Decía mi madre mientras mordía mi dedito pulgar de la mano, cada vez con mayor intensidad, en una rara e «inofensiva” competencia con mi hermana por demostrarle quién la quería más. (¡¿?!) Y según aparecían las caritas de dolor, soltaba los pulgares y declaraba la ganadora, que ya se imaginaran ustedes quien era.
“Obedecer es Amar” repetíamos todas las noches antes de dormir.
Y creo que para muestra… ¡bastan 3 botones!



Eran mensajes de un amor entendido como sacrificio, obediencia ciega y deseos de “parchar” todo, aunque vieras que el jarrón se había quebrado irremediablemente…
¡Qué tal programación!
Ese optimismo exagerado e ingenuo, el no querer ver la realidad que no te gusta; el deseo de aparentar bienestar o estabilidad a pesar de lo que sientes; el repetirte a ti misma “Él/ella se dará finalmente cuenta de que mi amor es sincero y me preferirá”, “La esperanza es lo último que se pierde” (cuando las cosas no dependen de ti), “Todo lo hago para no quedar mal con mi/su familia” “Lo hago por mis hijos” etc., etc. En fin, el sacrificio, el aguante, las virtudes tuyas como “valores” para salvar una relación perjudicial, agradar a la familia o quedar “bien” con los demás …
Parchar y parchar los pedazos del jarrón creyendo que nada pasa.
¡¡CRASO ERROR!!
Tener la mejor intención, nobleza de sentimientos, voluntad, fuerza … ¡o todo junto! no son suficientes para mantener, reparar o restablecer relaciones afectivas o vínculos familiares dañados por la falta de disposición e interés de la otra parte implicada.
¿Cómo resetear esa memoria afectiva y revertir la falla de fábrica?

Poder ver la realidad y ubicarte en ella por más cruda o desconcertante que te parezca (cosa que puede tomarte un tiempito, pero te aseguro que vale la pena) es, según he descubierto, el primer y gran paso para empezar a sanar y enderezar esos distorsionados patrones afectivos de la infancia. Si no ves la realidad, no podrás transformarla.
Lo segundo es medir tus fuerzas. Y con esto, quiero decir ser consciente de tus propios límites personales, energía, recursos, tiempo, salud, bienestar ,etc. y no desperdiciarlos en batallas inútiles, que se convierten en guerras interminables por lograr que te aprecien, te valoren , te reconozcan, comprendan… UFFFF!
Por último, tendrás qué pensar cómo vas a actuar frente a esa situación, qué darás y hasta cuándo, qué no darás más, qué soltarás, cómo te vas a relacionar con los implicados. Y para esto, tienes que reconsiderar muchos “valores” y “virtudes” que has incorporado como verdades absolutas, sin darte cuenta que pueden ser ajustables y/o descartables, según se presente la situación.
Obedecer/ceder siempre/aguantar/salvar situaciones… ¡¡NO ES AMAR!!
Y aquí te puede ayudar mucho pulverizar frases hechas como “Si pienso en mí, sería egoísta” , “ Lo hago por mis hijos”, “ No importa si no me desea mientras siga a mi lado”, “Esta es mi cruz en la Tierra y tengo que aprender a llevarla” “Hay que saber poner la otra mejilla” “No puedo decirle que No” , y otras perlas venenosas…
Esto puede tardar años o vidas… pero el esfuerzo por desprogramarte bien vale la pena.

A veces, puede ocurrir que gracias a tu interés por una vida diferente a la de tu primer círculo, descubres nuevas formas de vivir y relacionarte; pero resulta que tu sagrada familia o viejos amigos forman una especie de bloque de intereses, y tienen “modos de ser y estar en la vida” en los que tú, simplemente, ya no encajas.
Te aseguro entonces que ya no vas a encajar. Y es aquí donde tienes que trabajar más para elaborar una estrategia y no desperdiciar tu tiempo, energía y recursos en forzar relaciones, o cambiar tus decisiones y conducta para que ellos “no se incomoden”.
Si solo confías en tu amor y buenas intenciones, te garantizo solo desgaste y frustración . Tu trabajo, ahora, no es mantener las buenas relaciones con ellos, sino evaluarlas, filtrarlas y adecuarlas utilizando, en cambio, tus recursos y energía en cultivar nuevos y más saludables vínculos.
La familia es la primera escuela y la que imprime los moldes en tu estructura afectiva y de pensamiento, y estos primeros moldes pueden ayudarte muy bien a encauzar tu vida y tus relaciones o a distorsionarlas. Curiosamente, la familia también puede ser, años después, la Escuela de Post Grado y Doctorado en la que te gradúes, con honores, en Autonomía, Confianza en ti mism@ y Libertad. Todo dependerá de si los moldes están bien diseñados o son agobiantes frenos a tu desarrollo y evolución. El esfuerzo de graduarte bien lo vale, porque, además, los grados obtenidos serán con doble titulación en la especialidad “Te amo y SÍ soy correspondid@” con mención en Relaciones de Pareja.
No existe límite de edad (ni de vidas) para graduarte.



Si descubres que “siempre te pagan mal » creo que es momento de empezar a intentarlo.
Y yo solo puedo desearte…
¡Alas y buen viento!
Y aquí un regalito final…
