Tenía 16 años cuando, luego de haberme amanecido estudiando fórmulas matemáticas e intentado resolver problemas recordando leyes de la física y química, me dirigía a las aulas del pabellón de ciencias dispuesta a rendir una práctica o examen parcial para acumular el puntaje necesario y así aprobar los cursos de la carrera de ingeniería que por entonces seguía.
Ya al entrar a la puerta tenía las manos húmedas, había usado los servicios higiénicos por lo menos 2 veces y mi corazón latía agitado. En la mente solo la frase: “Tengo que aprobar…tengo que aprobar”. Y luego pasaba los siguientes días sin poder dejar de lado los pensamientos sobre qué pasaría si desaprobaba, cómo se lo diría a mis padres, etc. Los resultados posteriores los recibía casi siempre con el corazón aún más agitado, pero no precisamente de alegría: había obtenido menos puntaje del que esperaba.
Muchos años, manos húmedas y corazones agitados después, llegó a mí una información sobre las emociones que quisiera compartir con ustedes.
¿Sabías que existen dos tipos bien diferenciados de emociones y que estas tienen efectos distintos en nuestros cuerpos físico, mental y emocional, y por tanto, en nuestro comportamiento?
Existen las Emociones primarias, con las cuales nacemos y cumplen una función de adaptación al medio ambiente en el que nos desarrollamos. Se manifiestan muchas veces como reacciones que nos permiten protegernos ante un peligro real, una catástrofe o una situación adversa. También están las que sirven para expresar nuestra satisfacción por algo agradable. Son aquellas que surgen espontáneamente y forman parte de nuestra naturaleza humana. Estas son: la alegría, el dolor, el miedo, la tristeza .etc.
Algo que caracteriza a las emociones primarias es que son de corta duración, ya que cumplen una función de adaptación a una circunstancia determinada. No es bueno reprimirlas permanentemente, pues si esto ocurre, nuestra salud física y mental se afectará generando enfermedades o trastornos.
Las Emociones secundarias, a diferencia de las primarias, son aprendidas o adquiridas, son mentales. Al parecer, no cumplen ninguna función de adaptación sino que son señal de un problema no resuelto. Estas emociones, no se agotan, debilitan a la persona y pueden permanecer por años y de por vida. Son prolongaciones innecesarias de las emociones primarias. Estas son: el sufrimiento, ansiedad, depresión, apego etc.
Luego de saber esto, recién comprendí que lo que me ocurría entonces era que yo quería que los resultados de mis exámenes fueran siempre los que yo esperaba y era mi temor a que esto no ocurra lo que hacía que se alterara mi sistema nervioso, digestivo, circulatorio etc., etc. Me di cuenta de que al sentirme tan responsable por los resultados, no valoraba el tiempo y el esfuerzo que le había dedicado a mi preparación, tampoco sabía que ese deseo de que todo saliera bien me llevaba a un estado de tensión que posiblemente bloqueaba mi propia capacidad. Es más, el quedarme con esos pensamientos y temores durante los días siguientes hacía solo que se perpetuara ese círculo vicioso de angustia, exceso de responsabilidad, etc.
Hoy, varias décadas después puedo decir que antes de un reto, por difícil que parezca, recuerdo siempre que hice antes mi parte y que los resultados serán los que tengan que ser. Miro mis manos y no necesito secarlas. ¿Y el corazón ?… palpita vivo, pero no agonizando por un resultado, sino más bien, disfrutando de la experiencia.
VIVE Y RECUERDA:
Ante una situación que consideres difícil o un reto, procura lograr un equilibrio identificando tus pensamientos y emociones y centrando tu atención plena en el momento presente. Evita enturbiar tus acciones con emociones del pasado y actuar queriendo controlarlo todo. Se trata de resolver la situación y tomar decisiones considerando las experiencias pasadas, pero sin angustiarse por obtener resultados específicos. Confiar en que las cosas seguirán un curso adecuado ya que hemos utilizado todos los recursos a nuestro alcance con el sincero propósito de obtener los mejores resultados. La angustia, el exceso de optimismo, la excesiva responsabilidad o perfeccionismo, son innecesarios. |
Muy interesante el post. Muchas veces vivimos en stress permanente, ya sea por el trabajo, la familia o la pareja. Creo que es importarte darnos cuenta cuando estas emociones secundarias nos alejan de lo que realmente somos. Ahora, también me pregunto, ¿Como darnos cuenta de estas emociones si siempre estamos en piloto automático?. Un abrazo.
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Lila, , ¡Qué interesante tu comentario e interrogante sobre cómo identificar las emociones secundarias ! En mi experiencia , cuando un pensamiento me genera inquietud, o ansiedad , lo más probable es que se trate de una emoción secundaria,, que tiene que ver más con mis mis propios temores y forma de ver lo que me preocupa que con la situación real. Y en relación a cómo cambiar ese estado de piloto automático, creo que el solo hecho de detenerse un momento a revisar nuestros pensamientos, hará que seamos más objetivos y abordemos la situación de acuerdo a como se presenta . Así , no permitiremos que nuestros temores e imaginación nos lleven a crear en nuestra mente situaciones catastróficas que probablemente nunca ocurran. Mil gracias por tu valioso comentario, pues abre un espacio de reflexión tan necesario en estos tiempos ¡Un abrazo enorme !
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