“Es un superdotado… ¡qué talento!…¡Quién pudiera hacer eso… ¡es un genio!
Y por otro lado: “Siempre quise tocar el piano pero no había piano en casa …soy un pianista frustrado” o “Si volviera a nacer sería bailarina de ballet, me encanta la danza clásica, por eso quiero que mi hija estudie ballet desde muy niña.”
Y también originales y creativas versiones de lo mismo: “El que puede, puede y el que no, aplaude” “Unos nacen con estrella y otros estrellados” y otras parecidas.
Todas estas frases son una de las tantas caras del prisma a través del cual tu verdadera esencia habla: a veces con calmada resignación y admiración por lo que otros hacen, y otras, con voces matizadas de algún resentimiento escondido por no haber hecho lo que tanto te gustaba , porque bla, bla, bla …
Y es que las palabras Talento y Don han sido tan manipuladas por los medios de comunicación y los artilugios del marketing que ya casi hemos perdido de vista su verdadero significado.
Don es aquella habilidad con la que naces y te permite realizar alguna actividad con gracia natural y sin mayor esfuerzo. Es algo espontáneo e innato.
Talento es la capacidad para desarrollar ese don y darle una forma práctica dentro del ambiente que te rodea o de tu ámbito de acción.
Y esto abarca la más variada e infinita gama de posibilidades, porque cada persona tiene una creatividad y estilo particular de hacer las cosas.
Existen dones y talentos que no son visibles ni reconocidos como tales en nuestra sociedad tan sesgada a sobrevalorar figuras de éxito en determinadas áreas como la economía, el arte, los deportes, las profesiones, etc.
En general, se relaciona éxito con reconocimiento público (fama), presencia en los medios masivos de comunicación, buenos ingresos o adquisición de propiedades, y casi nunca se toma muy seriamente la capacidad de tantos seres humanos de mejorarse a sí mismos, de acompañar y aportar al crecimiento de otros, de lidiar con dificultades y situaciones domésticas o familiares, y resolverlas.
Te daré solo dos ejemplos que me hicieron reflexionar sobre este asunto:
1.– HILDA: La conocí hace algunos años mientras esperaba para pedir el menú en un restaurante de Lima. A esa hora, el lugar estaba colmado de comensales y pensé que habría que esperar un buen tiempo antes de ser atendida. Pero apareció ella, con una amplia sonrisa, para alcanzarme las opciones del menú y se detuvo en mi mesa para explicarme las bondades de cada plato y ofrecerme muy amablemente probar un pastelillo extra. En todo momento estuvo atenta a cualquier otro requerimiento mío, y su cortesía y eficiencia eran dignas de un restaurante exclusivo de cinco tenedores.
Luego observé cómo los demás comensales, la mayoría habituales, le sonreían y trataban con gran simpatía. Ella era una estrella rutilante en ese universo de comensales hambrientos, que solo podía dejar a su paso una estela de amabilidad y alegría. Sorprendida por esto, un día le pregunté si ella era empleada o parte de la familia propietaria del restaurante. Ella me dijo que era practicante y recibía menos del sueldo mínimo, y así, se ayudaba a pagar los estudios universitarios. Quedé sorprendida y maravillada agradeciendo la suerte de encontrar a alguien tan eficiente y con ese don que solo podía despertar sonrisas y simpatía entre los clientes.
2.- JUAN: Era una mañana de invierno, yo estaba sentada en la arena contemplando el mar en una playa de la costa peruana, conocida por tener aguas turbulentas y algunos hoyos profundos. La playa estaba desierta, como suele ocurrir en esta época del año; de pronto, vi a un hombre que caminaba en dirección al mar. A pesar de la distancia, se notaba su actitud decidida al sortear varias olas muy grandes. Lo primero que pensé fue en lo arriesgado que era al avanzar tan lejos de la orilla, desafiando la fuerza del mar. Si solo quería darse un chapuzón ¿por qué tenía que internarse tanto? Me pareció irresponsable de su parte exponerse así; a no ser que…
En mi mente apareció la posibilidad de un suicidio. Me llené de temor porque, justo en ese momento, una gran ola lo cubrió completamente; pasaron unos segundos interminables y luego apareció, pero solo para volver a avanzar mar adentro. ¡Qué locura! pensé ¡Este hombre quiere ahogarse!
Mi corazón latía aceleradamente y busqué con la mirada a alguien que estuviera cerca para pedir auxilio, pero no había un alma en los alrededores; además, eran las 6 y 30 de la mañana. Volví a mirar al mar, busqué al hombre con la mirada, no estaba, había desaparecido entre las turbulentas olas. Mi angustia fue en aumento, mi corazón latía muy rápido y me dieron ganas de llorar, fueron minutos interminables…
Hasta que lo vi aparecer de nuevo, y esta vez nadando hacia la orilla. A lo lejos, noté que llevaba una pequeña red en la mano en la que saltaban uno o dos pescados ¡Qué alivio! . Cuando llegó a la arena, se puso un polo y salió hacia el malecón. Me acerqué corriendo para decirle del susto que me había dado, y él solo dijo: “Gracias señorita, pero esto lo hago todos los días para asegurar el alimento de mi familia. Gracias de todas maneras… Juan, para servirla” Tomó su bicicleta, aseguró la red en el timón y se marchó.
Entonces pensé que solo una gran valentía y determinación pueden hacer que un hombre arriesgue su vida a diario para sostener a su familia. ¡Qué gran talento! ¿Cuántas figuras públicas y de “éxito” podrían hacer a diario lo que este hombre hace?
Por eso, los dones y talentos no tienen nada que ver con el reconocimiento público. En todo caso, no necesitan de él para brindarse y desarrollarse. Todos tenemos dones y talentos , solo hay que darles el espacio y tiempo en nuestra vida para reconocerlos (sin importar que otros los reconozcan o no), alimentarlos y desarrollarlos. No tiene tampoco que ver con el dinero, prestigio o conocimiento aunque a veces coincidan en tiempo y espacio.
Tanto talento, valor y desgaste de energía tienen una mujer o un hombre, que ayuda a que sus hijos se desarrollen realizando actividades cotidianas, como lo tiene un científico de la NASA, descifrando fórmulas. Y la remuneración no tiene nada que ver con ser mejor, sino con un sistema de codificación impuesto por el sistema económico y político imperante, que decidió ponerle precio a todo.
No te dejes impresionar por imágenes y discursos. Tampoco te compares con otros para decirte a ti mismo que el otro puede porque es talentoso y tú no. Sé tú mismo, descubre aquello que disfrutas hacer y haces con naturalidad y alegría. Puedes tener un trabajo que no tiene nada que ver con tus habilidades innatas, pero eso no debe ser motivo para olvidar lo que te apasiona y ponerlo en práctica.
¡Qué gran don el de HILDA! ¡Cuántas sonrisas y miradas agradecidas despertará y recibirá cada día! ¡Qué talento el de JUAN, qué fuerza de carácter para desafiar olas en mar profundo y peligroso!
Dedica un espacio y tiempo cada día a desarrollar tus dones, cultívalos y disfruta al máximo esos momentos. De esa manera descubrirás la gran belleza y originalidad de tu propio Ser , independientemente del reconocimiento de otros.
Y un día, descubrirás que una fuente de energía y alegría brota de tu interior e, inevitablemente, iluminará tu existencia y la de los que te rodean.
¡¡ A intentarlo entonces!!