“Lo que pasa es que ustedes no entienden lo que yo les digo y por eso tengo que repetir lo mismo todo el tiempo” “Yo soy una persona muy paciente pero ya me estoy cansando de tener que lidiar con personas tan distintas, tan diferentes a mí, a mi formación, a mi manera de hacer las cosas…”
“¿Cuándo van a aprender a hacer las cosas bien? ¿Cuál es el problema? ¿Se levantaron de la cama por el lado equivocado? ¿No escuchan bien? ¿Tal vez no duermen sus horas completas o no han tomado un buen desayuno?
O también:
“¡Qué se ha creído esta igualada. Está usando mi mismo modelo de vestido!
“Yo almuerzo con mis amigas en el “Vivaldi”, pero para el compartir con la gente de la parroquia (misios) iremos a un restaurante de menú. Para ellos, está bien “.
O puede ocurrir también en la universidad en un salón repleto de alumnos, que luego de escuchar a un prestigioso ponente, se animan a hacer alguna pregunta y este responde: “Esta pregunta no la voy a responder. Yo solo respondo preguntas inteligentes”.
“ Mi apellido es …Yo pertenezco a una familia reconocida, mi abuelo fue dueño de…”
Y últimamente… el inocente recién nacido: “¡Escúchame!” que podría simplemente estar pidiendo el turno para hablar pero resulta que, a veces, se usa con insistencia solo para llamar la atención de los presentes.
¿Los has escuchado alguna vez? ¿Los reconoces?
Pues son Don Ego y su Pandilla, siempre listos para saltar al escenario y llamar la atención de todos, recalcando cualidades, competencias, especializaciones, experiencia previa, propiedades, cocientes intelectuales, relaciones sociales, virtudes, viajes, cargos ocupados, buen gusto, interés por la cultura, la belleza , la moda, etc. etc.
También están los Egos camuflados, esos de más experiencia y sagacidad que saben muy bien cómo disfrazarse de “sentido lógico”, “buena intención” “deseo de contribuir con la causa X”, en fin. Estos son los más difíciles de identificar y reconocer, pues muchas veces puedes confundirlos con tu forma de ser y pensar, creyendo que si los eliminas perderás parte de tu valor. Y nada más alejado de la realidad, pues valer y contribuir al bien común no tiene nada que ver con hablar mucho o “bien”, tampoco con poseer, conocer gente “importante”, dominar un tema, estar super- informado, etc.
Y cuando siendo responsable de una tarea o actividad te ves o ves a otros diciendo cosas como: “Esto ha salido mal, porque ellos no hicieron lo que yo les dije, no les importa el asunto, llegan tarde, les falta capacidad para hacer las cosas bien, no han trabajado para llegar al objetivo, etc.”; sabiendo perfectamente que tú tampoco hiciste tu parte, o te confiaste mucho de los demás, o te distrajiste con tu celular o tus charlas de café y, al final, descuidaste el planificar o supervisar el avance de las actividades de aquellos que tenías a tu cargo.
Y los Egos de Alto Vuelo son esos que tienen que ver directamente con la defensa acérrima, casi homicida de tu imagen y prestigio profesional o social, de tu influencia en las redes y popularidad. Cuando crees que desaparecerás de la faz de los medios si no publicas algo, o recibes comentarios en tus publicaciones, o logras colgar la mejor foto. Estos egos se hacen también visibles, cual negativos fotográficos revelados en cuarto oscuro , cuando eres invitado, entrevistado, convocado a un evento “de nivel” y te gastas “la plata” para estar a la altura de los que consideras son “gente importante”.
Y estos tienen su versión simplificada cuando en una reunión de patas sacas tu billete grande o tu “mica” de crédito para pagar la cuenta de la mesa haciendo bullicioso alarde de tu gordita billetera, y lanzando frases melosas como: “Yo voy a pagar, no se preocupen, no quiero que gasten”. Y los hay también en la versión “cierre de locales” , cuando se paga al dueño las horas de consumo para dejar el lugar “solo para tu gente”.
Cosa distinta es que alguna vez te des el gusto de invitar a tus amigos o familiares y compartas generosamente algo con ellos pagando con discreción la cuenta o avisándoles de antemano que deseas invitarlos.
Existen también los Egos Mudos, que generalmente aparecen luego de una discusión en el trabajo o en la familia o con amigos . Estos casi no hablan pero castigan con su indiferencia. Si alguien pregunta qué pasó, apenas responden: “No, nada”, y persisten en esta actitud por días, semanas y aún años… Y no me refiero a las veces en que puedes decidir no desgastarte en explicaciones cuando la situación no lo amerita, sino a la actitud indiferente utilizada como castigo para hacer que el otro sienta lo mismo que tú sentiste en algún momento, y que muchas veces el otro ni siquiera se dio por enterado. A estos pequeños, les gusta llamarse o hacerse llamar dignidad, clase, buenas costumbres, etc. pero en realidad tienen muy poco que ver con el significado real de estas palabras.
Y no puede faltar en la lista el “Ego Docente”, ese que siempre está señalando el error, el olvido, la paja en el ojo del vecino, el detalle que el otro no vio pero él sí, ¡Ah! y lo señala y recalca “solo por ayudar” “para que no se repita”, “por el bien de la institución ”.
Y últimamente encontró un aliado perfecto en la ya re usada frase:
“No es personal pero… tú eres… te portas… no cumples… y una sarta de cosas desagradables, exageradas y dichas con mala intención para rematar luego en un: “Pero no lo tomes personal, por favor” cuando en realidad, lejos de hacer una crítica constructiva al otro, este ego aprovecha la frasecita para contrabandear su envidia, celos, desbordado espíritu competitivo, mala fe y deseos de “serrucharte el piso”.
En fin, creo que aquí me detengo porque para muestra, bastan algunos botones. Lo importante no es solo identificar estas formas del ego en ti o en otros , sino más bien darte cuenta de qué manera empiezan a afectar tus relaciones con los demás y contigo mismo. El ego divide, desconfía, teme, compite, compara, discrimina, entre tantas otras perlas, y muchas veces se disfraza de virtud o “buena intención”.
Mi modesta sugerencia es que de cuando en cuando detengas tu rutina y observes tus actitudes, pensamientos y frases. No vaya a ser que algunos de estos intrusos estén viviendo en tu casa cómodamente y ni siquiera lo hayas notado…
Y si los encuentras , no temas invitarlos a retirarse de tu casa pues te aseguro que entraron sin invitación y no les será muy difícil instalarse cómodamente en otro lugar. En cambio Tú, habrás ganado un valioso espacio de libertad , y relaciones mas auténticas y armoniosas.