Cuando los límites del espacio físico y mental se hacen cada vez más definidos y firmes, el ser vivo que permanece dentro de este espacio tiende a dar vueltas y vueltas buscando, primero, cómo escapar rompiendo barreras, rebelándose, o si el asunto está complicado, intentará evadirlo con cualquier cosa que distraiga su naturaleza física y mental.
Pueden aparecer los recursos más creativos y también algunos otros engañosos para intentar resolver el problema. Se probarán varias estrategias, algunas ya conocidas, otras nuevas, con el fin de recuperar esa libertad perdida. Pueden aparecer conflictos entre los seres con los que estás compartiendo el mismo espacio, silencios protectores o batallas verbales o mentales en las que, cual video-jueguito de batallas, descargarás todas tus ganas de hacer desaparecer a tus compañeros de confinamiento. Todo esto es comprensible, humano y esperado dentro de una situación que toca, inevitablemente, lo más preciado y tal vez hasta hoy no valorado : nuestra libertad, esa que no reconocimos ni valoramos en cualquier tiempo anterior al aislamiento.
Pero en medio de todas estas restricciones, pesares y avatares domésticos surge inevitablemente un cúmulo de emociones, sentimientos, pensamientos y sobretodo preguntas. Preguntas que no tienen respuesta, porque el supuesto causante de esta situación se hizo invisible, inalcanzable, ininterrogable, “no habido”.
¿Y no será que el causante del confinamiento lo decidió así para que no lo busques ni pierdas energía esperando su respuesta? ¿No sería mejor dedicarle un poco de atención a lo que sientes cada día, a esas emociones nuevas que ahora habitan en ti?
Me gustaría contarte lo que me está pasando a mí. Y lo haré desde una habitación en la azotea de un pequeño departamento, ocupado por una amable familia, en la ciudad de Lima, Perú. En este espacio solo estoy yo y , por lo tanto, no podré decirte nada sobre convivencia humana, tolerancia o relación con otros. Te contaré, más bien, cómo estoy viviendo este tiempo y la forma en que intento conectar conmigo misma, con mis sensaciones y emociones, con mis pensamientos y decisiones.
Soy hija de un padre de 87, sobrina de una tía de 84, y prima de un primo de 65, por mencionar solo a los seres queridos más cercanos y vulnerables en esta situación. Estoy separada muchos kilómetros de distancia de ellos y, dadas las circunstancias, es imposible ir a verlos.
Una de las cosas que yo había proyectado hacer en estos años, era acompañar a mi padre en su edad avanzada y cuidar de él muy de cerca. Pero, sorprendentemente y pese a mi deseo, hace más o menos un año empezaron a suceder cosas en mi familia que hicieron que yo me alejara de la casa mi padre, a quien visitaba con frecuencia. Él vive con un familiar mío y tiene una pareja que no vive con él. Lamentablemente, el confinamiento obligatorio ha hecho que él empiece a deprimirse, y a pesar de que lo llamo siempre, lo noto cada vez más frágil y triste.
Mi tía de 84 es hermana de mi padre, se está recuperando de un accidente de tránsito y vive absolutamente sola en una casita; la asiste una vez por semana mi primo de 64 , llevándole alimentos, pero él no puede exponerse más, porque vive en otra localidad y su situación de salud es altamente vulnerable.
Esta es una situación que me conmueve mucho; hay momentos en que el llanto es inevitable, pero procuro recordar que tengo dentro de mí un amor inmenso hacia ellos y que si bien no puedo estar cerca, puedo en cada llamada que les hago, transmitírselo. No sé cuánto dure esta distancia física que nos separa y soy consciente de que cualquiera de nosotros puede partir antes de nuestro reencuentro. La pena se ahonda dentro de mí, pero la dejo ser, la dejo estar, no me resisto a ella, dejo que me invada hasta lo profundo…y entonces, luego de un rato, me doy cuenta que al final de ese pozo profundo sigue estando mi amor por ellos, intacto, firme y real. Me dejo invadir por ese amor y a la vez decido aceptar la realidad, por dura que sea, sin señalar a nadie como responsable de esto, sin reproches, sin rencor.
Hay días o momentos en que la música me traslada a otros mundos, algunos remotos como el de mis años universitarios, o el de vidas anteriores en otros continentes y épocas. Otras veces, vienen a mi memoria momentos felices en alguna disco, concierto o escenario. Mi espíritu juguetón ordena mover el cuerpo y conectar con esos ritmos tan internamente grabados en mi piel. Y bailo y bailo, y me río y recuerdo… y me muevo como si yo fuera la música misma, en total libertad…
En las mañanas, antes del desayuno, me acerco a mi ventana, contemplo el cielo, agradezco la vida, la salud, el oxígeno, el agua, el techo y alimento, e inicio una breve rutina de ejercicios de respiración que me ayudan a mantener la mente en calma. Y el corazón sigue latiendo, y me imagino que soy solo ese pulso, ese latido de vida, esa verdad. Y me dispongo… Me pongo a disposición de esa Inteligencia que me creó a mí, a todos los seres vivos, a la naturaleza…
Le pido una sola cosa: Que me permita estar a la altura de las circunstancias. Que me alinee con la verdad de estos tiempos. Ofrezco el amor que late dentro de mí, el amor, no solo por mis seres queridos, sino por toda la humanidad. Sé que hay una razón profunda para todo esto, una razón que no puedo analizar, mucho menos comprender. Decido entonces vivir solo este eterno presente, vivir desde lo que soy: un diminuto , pero a la vez eterno, pulso de amor…
El resto del tiempo, preparo mis alimentos, limpio mi espacio, miro las nubes y las estrellas, leo un libro, reviso algún material digital de interés, me comunico con mis seres queridos, y coso a mano mascarillas de tela porque no alcancé las de farmacia.
Y las noticias inevitablemente llegan, pero trato de recibirlas solo al mediodía, y por la radio (no tengo TV ya hace más de 10 años); luego reflexiono algunos minutos sobre lo que ocurre y retomo alguna actividad de casa. Pero durante el día, en cualquier momento, me asalta una inmensa tristeza, percibo el valor y el sufrimiento de tantos seres en el mundo que están afuera expuestos, diez veces más que yo, al riesgo de la enfermedad y la muerte.
En esos momentos, pienso en lo que puedo hacer yo por otros seres humanos desde este rincón del planeta.
Lo que puedo dar sigue siendo solo mi experiencia desde el diminuto pulso de amor que soy. Puedo ofrecer una conversación y en ella trasmitirte lo que, hasta hoy, me ayudó en la aventura de Vivir.
Mi dirección digital es zgonzalese@gmail.com. Tal vez, alguna tarde o noche de estas, tú me escribas, y tendamos un puente invisible para conversar, mientras nos tomamos un café detrás de una pantalla.
Vickita linda, quisiera decirte que estamos distantes pero unidas cósmicamente. Sabes que te quiero mucho y dices cosas muy ciertas de la vida: hay un antes y un despuésde todo esto. Simplemente nos cambió la vida y estamos aprendiendo a valorar las cosas más pequeñas
Sé que tus seres queridos también piensan en ti. Es el tiempo para reflexionar y valorar esa unión familiar que alguna vez compartieron; nunca es tarde para valorar esos momentos vividos … Sabes que nuestras energías siempre van a estar alineadas porque cósmicamente nos comunicamos. Es tan lindo tener esa energía , querida Vickita …..Hermosas reflexiones . Sé que la vida nos va enseñando ….y siempre vamos evolucionando.
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Es muy cieto lo que dices Patty , los momentos compartidos con los seres queridos tienen un valor inmenso. Y hoy, más que nunca, nuestra disposición a mejorar y superar los percances debe estar presente. Gracias mil por tus palabras: las recibo con el corazón. Un gran abrazo.
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Querida Vicky: Siempre me identifico con tus reflexiones y me gusta leerlas varias veces. La situación actual es para mi una experiencia que me muestra una realidad que pensé era consecuencia de mi atareada vida de mujer de 67 años , como ser social, ser esposa, ser madre, ser ama de casa, y por tanto quehacer, no dedicar más tiempo a mis hobies , pintar, leer ,escribir,bailar. Cuando era joven, esto despertaba en mí cierta rebeldía que se estrellaba culpando a alguien o a alguna circunstancia de mi diario vivir. Recuerdo que mi padre siempre me decía : «No existe la falta de tiempo; hacer lo que uno verdaderamente quiere es cuestion de VOLUNTAD y DISCIPLINA». Esto me dejaba muy mortificada y tarde en entender por qué, ¿o sea que era culpable ? ¿víctima? ¿inútil? ,etc . Por esas cosas del destino, una gran amiga me regaló, justo a mis cuarenta y nueve febreros, unos escritos y reflexiones de Deepack Chopra » El Poder del Ahora» , que hablaban de un camino que debía recorrer, primero ASUMIÉNDOME , y luego ACEPTANDO mi vida tal cual era. Renové mis deseos de buscar placer en las cosas que hacia día a día, aprendí a meditar y mirar más allá de la comodidad, de lo fácil que es dejarse llevar por la fuerza de la costumbre , y reconocí que mi padre tenía razón.
Justo en ese tiempo, una antigua amiga me invitó a participar de un curso » de Las Artes Somáticas » Proceso creativo «Para crear…CREA ! Nuevamente apareció el bichito del inconformismo que yo creí desaparecido ; fueron tres años que me ayudaron a darle un giro a mi vida , años de creatividad que me llenaban de orgullo. Era una mujer de 57, la mayor del grupo, conocí amistades interesantes además de mis profesoras , de gran talento y carisma.
No mantuve el ritmo de vida de esos tres años, y poco a poco volví a mi rutina, pero con más optimismo ; sabía que podía hacer lo que me propusiera, ya me había reencontrado con mis talentos y los apliqué, primero en casa , y luego en talleres diversos de la municipalidad :bordado en cinta, crochet, taichi, estrechig baile etc,
Vivía en armonía con mi entorno y sin pensar mucho, siempre encontrando un momento para todo y … llegó el BICHO ; me asusté , pasé una semana envuelta en la psicosis de la limpieza ¿¿Y ahora ?? … Siempre que conversaba con alguien , me comentaba sus preocupaciones ,del aburrimiento , la rutina, el fastidio de no poder salir , etc. ; cosas que a mí nunca me pasaron por la cabeza. Después del susto, me puse muy antipática; tuve que postergar una operación que solo Dios sabe cuándo será, (tuve que pedirle a mi esposo que me tuviera paciencia), dejé de prestar atención a la situación de catástrofe y emergencia de mi querido país; no soy de juzgar , mis respetos a todas las personas que estan en la primera fila para controlar esto , autoridades, personal de salud, que lo pasan trabajando para controlar a las personas que no entienden la gravedad de esta pandemia y no respetan las normas. Siento una pena inmensa por las personas que están en una situación bastante precaria, que lo han perdido todo, etc, y ….me sigo levantando temprano y acostando tarde ; tengo siempre cosas pendientes, ya no hago planes. En resumen, mi vida sigue igual ya que no tengo que salir para practicar mis talentos y habilidades, ellas están donde estoy yo.
Qué puedo hacer sino MEDITAR , con gratitud, FE, esperanza en que todo esto pasará, y quiero creer que el ser humano cambiará para bien.
Abrazos con mucho cariño.
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Rosita, ¡ Qué maravilla leer tu reflexión ! Tu experiencia de vida refleja que siempre has estado conectada con tus emociones y tienes un gran sentido de autobservación; cosas fundamentales para expandir la consciencia de nuestro Ser y ofrecer a la vida y a los demás lo mejor de nosotros. Además, tu curiosidad y búsqueda de respuestas ha hecho posible que descubras y redescubras tus dones y talentos, y hayas alcanzado la gran calma y profundidad que reflejas en tu mensaje, cuando dices que vives cada día con aceptación y plenitud.
Es muy cierto lo que dices : No es necesario estar en un lugar determinado para desarrollar y ofrecer tus talentos, pues ellos son parte irrenunciable e inseparable de ti y te acompañan siempre. Los tiempors que hoy vivimos demadan justo eso: que las personas puedan conocerse , desarrollar sus habilidades y ofrecerlas con alegría y equilibrio. El pánico y la desconfianza no nos aportan nada.
Te agradezco con el alma tan hermosa reflexión, y celebro con orgullo tener tan valiosa y sabia lectora. Un abrazo inmenso.
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