Mirarte de frente al espejo y descubrir, de pronto, que esa imagen conocida tuya tiene un ligero matiz distinto, un rasgo que no viste en los últimos quince años, o más… Podría tratarse del color de un solo ojo que aparece sorprendiéndote y preguntándote algo como: ¿Tenía yo un ojo pardo y el otro azul?; podría ser, más bien, que tu conocida y abundante cabellera castaña luce hoy con un mechón pelirrojo Miras bien al espejo: Eres tú, pero no totalmente tú… ¿Qué ocurrió? ¿Es el espejo tal vez? ¿Es alguna alteración de tu visión? ¿O quizás exceso de stres o principios de locura? ¿Por qué de pronto apareció eso que alguna vez tuviste y que creías ya no tener?
Lo anterior es solo un ejemplo, un ejercicio metafórico en el que trato de explicarte lo que sentí, hace unas pocas horas, luego de escuchar con atención una canción con la que se simbolizaba y consagraba los amores tormentosos hace algunas décadas, que hacía latir acelerado ciertos corazones que transitaban por pasadizos universitarios y bares culturales, en los que siempre parece que el tiempo no transcurre y las historias personales se vuelven a reproducir en círculos infinitos de pasión y frustración.
Confieso que no me reconocí, pues mi rostro siempre tuvo dos vivaces ojos pardo oscuros, y este otro ojo azul me descuadró por completo ¿Cómo puede ser que una melodía introductoria y unas cuantas palabras de inicio abran un torrente de sensaciones, imágenes, aromas y latidos, cual agua incontenible dentro de un submarino hundido que revienta las compuertas?
¿Era este un milagro de resurrección de algún amor oleado, sacramentado, y enterrado? ¿Era este solo un juego caprichoso de mi mente que idealiza el pasado? ¿O era, más bien, el grito de alerta de un recuerdo mío, a punto de asfixiarse por el encierro impuesto por la razón y el buen juicio? Cualquiera sean las respuestas a estas preguntas, el asunto es que el cúmulo de emociones estaban allí, “vivitas y coleando” y había que aceptarlas, procesarlas y trascenderlas.
Confieso que durante muchos años evité escuchar música que me transportara “al pasado”. Lo elegí como una opción saludable para no estar reviviendo situaciones pasadas que me desestabilizaran en mi tiempo presente, tan distante ya de romances pasados que no florecieron. Al vivir sola, desde que mi hijo inició su recorrido por la Vida, no podía darme el lujo de ponerme nostálgica. Las situaciones reales que tenía que atender día a día no necesitaban de esa dosis de recuerdos.
Pienso que fue una buena decisión, pues me enfoqué en mi presente real y el mundo siguió girando. De cuando en cuando, alguna ráfaga de viento del ayer traían a mi memoria alguna imagen del pasado, entonces, las conjuraba inmediatamente con el razonamiento lógico de estar aquí y ahora. Y eso estuvo bien.
Pero hoy, día 56 de cuarentena, Día de la Madre también, empecé el día escuchando un audio que mi hijo me dejó como primera parte de su regalo (la segunda sería una larga videollamada al mediodía), en él, me dedicaba una hermosa selección de canciones que le recordaban a mí y a nuestras experiencias vividas juntos hasta cuando él se hizo independiente.
Entre esas hermosas canciones, tan primorosamente seleccionadas por mi hijo, surgió una que de pronto me transportó en el tiempo y me trajo un viejo amor, enterrado ya por una ruma de años (¿o vidas?) y decisiones. El tema traía en sus primeras letras el poder de transformar mi imagen en alguien que era y no era yo; apareció un ojo azul en mi rostro, o un mechón rojo en la mitad de mi cabellera oscura, o una sandalia medieval al lado de mi zapatilla de casa. No pude evitar liberar la tremenda emoción que recorría mi cuerpo; la dejé fluir, sorprendida, pero sabiendo que eso no era ajeno a mí, que alguna vez, hace mucho tiempo, yo había vivido eso. Cerré los ojos y acepté que mi mano tenía cinco dedos, que aunque yo hubiera intentado por mucho tiempo, usando la lógica y la razón, amarrar mi dedo meñique y convencerlo de que se mantuviera oculto, la realidad es que mi mano tiene cinco dedos.
Entonces comprendí que lo que vives con intensidad y pasión trasciende siempre, que la sinceridad de tus sentimientos, correspondidos o no, siempre formará parte de ti, que la mente con su lado racional, puede esgrimir decenas de argumentos, pero lo que viviste será siempre parte de ti, que por muy incómoda o inoportuna que pueda ser o parecer, esa parte es inseparable de tu Ser.
Dejé fluir mi emoción, mi nostalgia y la verdad de ese momento. Creo que lo necesitaba…creo que mi hijo, sin siquiera imaginarlo, abrió una puerta que no tenía por qué estar cerrada con tantas llaves y por tanto tiempo; quizás su regalo de hoy era, entre otras cosas bellas, hacer que redescubriera mi capacidad de sentir a pesar del tiempo, de las decisiones razonadas y de la firme voluntad de evitar nostalgias. Le agradecí en silencio su regalo, el devolverme a la indecisa muchacha de 25, a la joven decidida de 30, a la mujer valiente de 40…Todas ellas y tantas otras que aún están ahí, en ese lugar que solo la magia de la música y el amor de un hijo, buscando un regalo lindo para su madre, pueden lograr. Definitivamente existe un mundo invisible en el que todo lo que has vivido se graba con tinta indeleble, donde laten fuerzas mágicas que unen a más de un ser humano y transmiten información por canales insospechados , por canales que hoy la ciencia apenas alcanza a vislumbrar.
¿Que si me provocó saber de ese viejo amor? ¡Pues claro que sí!, pero recordé que por decisión no conservo ningún número de teléfono, ni direcciones; porque siempre quise evitar encuentros tardíos. Tal vez, en los próximos días intente indagar un poco en la red, tal vez no; pero eso, es lo de menos.
Lo grande, lo que es realmente importante es haber recuperado el quinto dedo de mi mano; el recordar que mi mirada un día fue también de un azul soñador y se perdió en la inmensidad del mar; que mi cabellera tiene también matices de magia roja heredada de mis años universitarios. Lo importante de todo es que mi hijo, sin imaginarlo, me regaló esta mañana el reencuentro conmigo misma, la aceptación de mi capacidad de amar independientemente del tiempo y las circunstancias, y de, simplemente, aceptar mis emociones.
La posibilidad de revivir el recuerdo de lindos momentos siempre estará ahí… en ese mundo invisible de donde hoy volvieron; pero esta tarde, esta misma tarde, preferí sentarme a escribir y contarte esto, y por qué no, animarte también a escuchar la canción que me devolvió una parte de mí, que hoy acojo con todo el corazón.
https://open.spotify.com/track/0MkvahU69ehTzfxRi8N1rT?si=wDY1feo7SSiSGOltffKbtA&utm_source=copy-link
¡ Qué bello regalo Vickyta ! A veces mirar al pasado no es del todo malo. Nos recuerda quienes fuimos, que pasó por nuestra vida, a quienes amamos, cómo eramos y gracias a estas experiencias quienes somos hoy.
Y por qué no recordar que también hubo momentos bellos y que a veces los regalos nos llegan en el momento preciso. Un fuerte abrazo, querida amiga.
Me gustaLe gusta a 1 persona
Así es Lila, muchas veces la memoria olvida, pero el corazón siempre ayuda a recordar. Lo que vivimos con intensidad y verdad forma parte imborrable de nuestro Ser y nos pertenece solo a nosotros. Es la magia de la vida que permite reconocernos y seguir creciendo y aprendiendo en cada parte del camino. Gracias por tu comentario. Abrazos.
Me gustaMe gusta