Correr, correr… correr y buscar un escondite mientras el otro cuenta 1, 2, 3,…15, 16… ¿Recuerdas cuando jugabas a las “escondidas” y te escabullías por debajo de una mesa o detrás de una cortina? ¿Acaso no te sentías protegido en ese espacio chiquito, así fuera solo por un momento? , pues tú bien sabías que te encontrarían y la diversión llegaría a su fin.
¿Y no te pasó alguna vez que corriste más de la cuenta y al detenerte bruscamente se movió todo a tu alrededor? Estabas completamente quieto, no te movías, pero dudabas y pensabas que eras tú el que estaba dando vueltas. Entonces, con esa sensación incómoda, te tendías en el piso o en una cama para asegurarte de que no eras tú el que se estaba moviendo; hasta cerrabas los ojos, pero al abrirlos, todo seguía girando a tu alrededor aunque tú no movieras ni un solo cabello de esa cabecita. Era tu mente la que te daba la sensación de estar girando…
Era un mareo, una confusión de tus sentidos alterados por el excesivo movimiento. Esto debe haberte ocurrido alguna vez en tus años infantiles y también más adelante, en los juveniles y maduritos; lo mismo probablemente sentiste una noche loca cuando, luego de tomarte más de un par de tragos, veías la ciudad girar en círculos alrededor de ti y todo se movía y se movía hasta que , por fin, te quedabas mirando de cerquita el suelo de la vereda… ¡Porque ya te habías caído!
Te doy estos ejemplos porque en estos días estuve sintiendo algo parecido sin siquiera haber corrido dentro del pequeño espacio donde vivo. Me detuve a pensar que mientras yo estoy dentro de casa, quietecita, la vida allá afuera sigue en movimiento; hay vehículos que ruedan por las calles cercanas y lejanas (aunque no tantos como hace algunos meses) , hay gente entrando y saliendo de mercados, bodegas, farmacias y hospitales; hay pájaros que cambian de árboles, nubes que avanzan , olas de mar que llegan a la orilla y regresan; hay ondas de información que corren a través de cables visibles e invisibles, imágenes que se proyectan en millones de pantallas y , por supuesto, saltando de cuerpo en cuerpo, el ya internacionalmente reconocido, bicho invisible.
Mucho se sigue moviendo allá afuera y quizás tú, desde tu punto de confinamiento, sientes que la vida se escapa, que el tren pasó de largo, que el avión te dejó, que no llegaste al que creías sería tu próximo destino; que no sabes cuándo podrás salir a esa Vida que sigue moviéndose a pesar de todo y seguirá moviéndose por una eternidad, así tú cierres los ojos, te tiendas tranquilito en el suelo o en una cama, y esperes que todo se detenga para salir segura, sabiendo adonde irás y lo que harás en los próximos tiempos.
Y en otros momentos, tal vez te preguntes ¿Por qué mi trabajo o actividad anterior a este “jueguito de las escondidas” no estuvo dentro de los rubros que siguen necesariamente en actividad (aun cuando tuviera que exponerme al riesgo o saturarme trabajando en línea desde casa) y con una remuneración aceptable? ¿Por qué no me tocó, por lo menos, el lado 4 del dado? ¿Quién carajos tiró los dados?
Y si tienes el problema de los ingresos mensuales resuelto, o vives de alguna renta, tampoco te escapas de hacerte ciertas preguntas, porque no me vas a decir que es muy bonito no salir a encontrarte con tu gente, darte tus gustitos o recorrer el mundo, en lugar de estar oxidándote física, emocional y socialmente. No lo vas a negar, pues sabes que tus ojitos tienen un límite de tolerancia a la luz de pantallas digitales, y que tus articulaciones también reclaman luz solar y movimiento libre.
¿Cómo hacer entonces para tomar ese tren, bus o avión y volver a la Vida?
¿Habrás de esperar pasivamente a un levantamiento de la restricción, a una mágica vacuna, a una declaración planetaria de “Fin de los Tiempos” para sentir que esta etapa oscura ya pasó, y tal vez encomendar tu almita al Dios (externo) que tienes, o quizás, recibir un mensaje de algún alienígena simpatizante de la raza humana?
Creo que aún vivimos esa sensación de mareo luego de correr y correr como en los juegos infantiles y que ,luego de cerrar los ojos, intentar no moverte y pensar que ya va a pasar, no te estás dando cuenta de que esa parada brusca solo te está mostrando que te pasaste de vueltas en esa carrera loca por buscar un escondite para no ser descubierto(a).
¿Descubierto(a) en qué? Pues en lo que Tú realmente quieres y en lo que Tú realmente eres: Un ser vivo, inteligente, sensible, social, planetario, universal y libre.
Reparar en que talvez estuviste siguiendo instrucciones ajenas, con reglas impuestas por otro(s) que nunca te daban tiempo para cuestionar si estabas vivo o solo jugabas a vivir. Quizás hoy, más pausado, puedas ver que el juego dirigido por otro(s), por tanto tiempo, siempre hará sentir sus efectos en tu cuerpo físico, emocional, mental , espiritual y en otros aún más sutiles …
Entonces, lo que yo te propongo para reconectar con la Vida, que ahora has de hacerla tuya, son solo tres simples cosas:
- Conecta con la Naturaleza, porque en ella ha estado, está y estará siempre el origen de la Vida. Si quieres saciar la sed, no hay mejor forma que beber agua pura y cristalina; si quieres vivir, pues has de dirigir tu atención a toda forma viviente que te lo recuerde, exprese y transmita. ¿No vives cerca del mar, de un río o de un bosque?, pues cualquier planta, cualquier humilde hoja encierra la Inteligencia Divina de su origen. Bastaría con contemplarla unos minutos para conectar con su esencia; un jardín, una maceta serían suficiente. Y si no tienes plantas cerca, están las nubes, las estrellas, el viento, el sol, un amanecer o un atardecer. ¿No tienes ventana?, pues escucha el canto de un pájaro en la mañana, ese que tal vez siempre ha estado cerca, pero nunca le prestaste atención. Hazte amigo de la Naturaleza, protégela y sé agradecido (a) con ella, pues está contigo en cada respiración.
2. Selecciona tus relaciones familiares, amicales y sociales (ahora en versión virtual). Valora tu energía, tus fuerzas y esfuerzos y no los desperdicies hablando o escuchando más de la cuenta a personas que ya no te aportan. No tienes que ser descortés con ellos, simplemente, ir reduciendo el tiempo que le dedicas. Focalízate en lo que realmente te genera equilibrio, sensación de tranquilidad y relaciónate con los que te permiten ser más Tú, sin máscaras.
3. Ponte a disposición de Algo Superior. Abre tu corazón y ofrece tus esfuerzos diarios a caminar en la dirección de tu bienestar integral y el de tus seres queridos dependientes (no en los que ya deciden por sí mismos y pueden asumir la responsabilidad de sus actos, a esos solo quiérelos pero no intervengas en sus vidas). Recuerda que, como seres humanos, somos limitados en nuestro entendimiento hasta que no terminemos de conocernos a nosotros mismos (y este aprendizaje es para siempre). Por lo tanto, es necesario pedir guía, orientación e incluso ayuda para transitar nuestro camino. Si pides desde el corazón, tu mensaje llegará siempre a un punto de encuentro con Algo o Alguien que tiene la información que necesitas, y que hará llegar su respuesta hasta ti, de maneras que, muchas veces, la lógica y la razón no comprenden.
Por ahora no tengo más que decirte. Creo que estas acciones pueden establecer fuertes vínculos con la Vida que tanto amas y la libertad a la que tienes derecho. “Dime con quién andas y te diré quién eres” me repetía mi madre cuando me alertaba de las malas compañías. Y yo ahora diría: “Dime a qué juegas y quién te pone las reglas y te diré cuán mareado o confundido quedarás”.
Todo se mueve y se seguirá moviendo allá a fuera; de nada servirá quedarse tan quieto o cerrar los ojos y esperar que venga alguien o algo para que la incertidumbre acabe.
Creo que un nuevo juego ha comenzado, pero esta vez, las reglas, los compañeros de juego y los tiempos del conteo, los decides TÚ.