¿QUIÉN TEME AL LOBO FEROZ, LOBO FEROZ …?

Cuando Caperucita Roja (o Azul, o Verde) salió de su zona segura   con la firme y decidida intención (buena intención) de visitar a su abuelita enferma y alegrarle la tarde con unos pastelitos, no pudo siquiera imaginar lo desconcertante que sería ese viaje a través del enorme bosque, en el que descubriría las más variadas facetas del Lobo Feroz. Este feroz animal se las ingeniería para animarla, seducirla, ganarse su confianza, distraerla, confundirla y finalmente intentar comérsela a ella y a su abuela (aunque algunas versiones dicen que esta fue más lista que Caperucita y se puso a buen recaudo antes de que el lobo entrara en su dormitorio). El asunto es que Caperucita se dejó convencer por el lobo y, luego de la experiencia, fue “vacilada”* y “contra sueleada” por una realidad, distante años luz, de su ingenua creencia de que el amor y la buena intención eran los mejores escudos protectores contra el letal virus #YAPN (Yo te Ayudo Porque lo Necesitas), que también existe en la versión #YAANP (Yo te Ayudo Aunque No lo Pidas).

Y esto que esto que le pasó a Caperucita, te puede ser también a ti si te lanzas a la aventura de apagar incendios que no provocaste o te deslizas por las corrientes tormentosas de un río bravo, sin saber nadar. Así ocurre, pues, cuando crees que tus fuerzas y tu trabajo interior te habilitan para enfrentar situaciones en que tu vida y tu bienestar están en juego, llevado por la “certeza” de que otro(s) lo necesita(n). La abuelita representa a ese otro  que puede ser un ser querido cercano, o no tanto, un amigo, un allegado.

Y la situación con este otro puede pintar muy dramática (y más en estos tiempos), de manera que todo parece indicar que tienes que ayudar, porque así es como debe ser, porque es “tu sangre”, porque es cristiano hacerlo, porque tú puedes hacerlo, porque es lo justo, porque… etc. etc. De lo que tal vez no te das cuenta es de cuán en riesgo estás tú al acercarte a esa situación complicada, de la que probablemente conoces muy poco o solo te has enfocado en lo que crees se ajusta a tu impulso por ayudar. La sensación de que otro te necesita, típico síntoma de #YAPN, podría simplemente estar mostrándote el espejo de tu propia necesidad de ayudar para no sentirte culpable por lo que tienes o lograste, o para ganarte el amor y aceptación de algún otro, cuyo corazón, no conquistaste.

Entonces te lanzas con fervor a la situación, empiezas a dar y dar… y también a cansarte, a desgastarte; a  recibir, quizás, hasta un trato desagradable  o poco considerado. Sientes que algo no está bien, pero sigues, sigues porque eres tenaz y estás decidido a cumplir tu noble objetivo; sigues porque decides poner en práctica principios espirituales como “Vivir el presente ,“No juzgar”, “Dar sin esperar nada a cambio” etc.

Sigues…

Las luces rojas del semáforo aparecen pero tú no te cuidas, no te proteges, no pones límites, y lo justificas todo por que sientes que tu ser querido te necesita(n) y tú estás allí para ayudarlo. Se te ocurren nuevas estrategias, nuevas fórmulas para solucionar los problemas que van apareciendo sin preguntar a los supuestos necesitados si desean o no esos cambios (síntoma claro de #YAANP. Pruebas todas las soluciones, menos el preguntarte si tú tienes que estar allí o si lo que estás haciendo te está perjudicando. Y entonces comienza la historia al revés, el espejo: ¿No serás tú el que necesita ayuda? ¿No será que, en tu afán de servir, de ayudar, de asistir a ese otro que tanto te preocupa o que crees te necesita, estás perdiéndote dentro de tus propios vacíos emocionales y afectivos y sacrificando tus mejores recursos en aras de cumplir una “noble misión”?.

No hay misión más noble en la vida que amarte, protegerte y cuidarte en toda circunstancia para ofrecer siempre lo mejor de ti. Para ello, tendrás que analizar y decidir muy cuidadosamente antes de entregarte a ciegas a los pantanos del “Me necesita(n)”. No es nada fácil, para ello se requiere valor, decisión, perseverancia y vigilancia permanente. Saber detenerte a tiempo y darte cuenta cuándo tu actuar en la vida de otros empieza a generarte desazón, desgaste, cansancio es cuestión de práctica .

Desperdiciar tus recursos físicos, emocionales y espirituales en batallas ajenas nunca fue una virtud; tal vez, alguna iglesia te la inoculó aludiendo al espíritu de solidaridad y abnegación, pero valores como la compasión, la solidaridad y la asistencia al prójimo, necesariamente han de pasar por el tamiz de tu bienestar físico, emocional y espiritual. Puedes ayudar sin estar presente físicamente, puedes contribuir con tu equilibrio, tu armonía, tu propio bienestar; puedes dar con límites, establecer fronteras; no necesariamente tienes que ser la protagonista de la historia; esa a la que le pasa de todo y luego alcanza su “curul en el cielo” y la gloria de la felicidad eterna (¡¿?!).

Y sí, hay que temerle al Lobo Feroz, lo escribo con mayúsculas porque es así de importante. El Lobo Feroz eres Tú mismo boicoteando tu propia evolución, tu auténtico derecho a ser libre y feliz, cosechando y disfrutando los frutos de tus propias batallas y conquistas espirituales y emocionales.

Las situaciones complicadas, las más difíciles, son momentos en los que se pone en juego tu firmeza y perseverancia en el amor y cuidado de   ti mismo; tu valor para avanzar en el camino de tu propia realización como ser humano en incesante evolución. Solo así podrás ofrecer amor del bueno, compasión y auténtica solidaridad, y permitir a Caperucita Roja (o Azul o Verde) convertirse en la joven, adulta y sabia anciana que pueda ser capaz de detectar la presencia del Lobo, desde sus movimientos más sutiles, y ponerse a buen recaudo.

Y colorín colorado, este cuento no ha terminado…

#YAPN ((Yo te Ayudo Porque lo Necesitas) y #YAANP (Yo te Ayudo Aunque No lo Pidas) aún no tienen vacuna.

(*) Vacilar: tomar el pelo, burlar

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