CUANDO EL RÍO SUENA…¡VIDA TRAE!

Foto: Río Santa, Ancash , Perú.

Dibujar un apacible río, sentarse a su orilla, y sumergirse en él para experimentar su corriente, son cosas muuuuuy distintas. Aún más, dejarte llevar por la corriente, libre de temor y reparos, es todavía una experiencia más real y trascendente.

 En esto pensaba cuando, cansada de dibujar ríos imaginarios, decidí indagar en estos juegos de la mente, que me tientan siempre a pensar que “mi actividad” es mi vida… ¡¡Gran mentira!!

Te propongo acompañarme en esta reflexión con la única y sincera intención de ubicarme mejor en la realidad, y no perderme en divagaciones solitarias en  esta tarde nubladita por los caprichos de la húmeda costa peruana y sus corrientes infantiles  (El Niño, La Niña, La que dejo de ser Niña… ¡En fin !).

Vamos por partes y cucharadas, como diría Jack el Destripador.

Dibujas un río cuando crees, por ejemplo, que ser una “buena persona” te va a garantizar buenas relaciones y sentimientos correspondidos. Es decir, proyectas la idea de “buena persona” que tienes, o que te enseñaron, imaginando el éxito en tus relaciones amicales, sentimentales, familiares, laborales,  etc. No te detienes a revisar si esa idea de “bondad” se ajusta o no a tu bienestar, o más bien, esconde algún rasgo de sacrificio, culpa, convencionalismo, machismo, tradición familiar, costumbre social,  etc. que podría estar atentando contra tu derecho a experimentar por ti mismo, a equivocarte, a aprender y a  sentirte bien y cómodo en tu  interacción con los demás. En suma, a no traicionarte a ti mismo.

Si no realizas esta revisión cada cierto tiempo, lo más probable es que no estés viviendo tu propia vida, sino una caricatura de ella (paisajes y ríos imaginarios, por más que los pintes de intensos y variados  colores).

Cuando te sientas a la orilla del río para arrullarte con el sonido de sus aguas y conectar con la naturaleza, es que estás dispuesto a escuchar lo que  dicen otros sobre tu vida, pero no quieres tomar acción ni  decisión sobre ella, pues prefieres mantenerte a la orilla, sin mojarte el cuerpo ni tus prendas. Tus prendas son los sistemas de creencias, los ideales y técnicas de sobrevivencia aprendidas (control, manipulación, victimismo, camuflaje, etc.).

 Como no te decides a meterte al río, es decir, a tomar el timón de tu vida y decidir de acuerdo a tu sentir, a tu propio criterio y análisis, y no siempre según  lo establecido o esperado por los demás, entonces escuchas conferencias, asistes a talleres, ves vídeos, compras libros de autoayuda, sigues  a… X,Y, Z etc. etc. (murmullo de las aguas del río) y te conformas con absorber la teoría y postergar la práctica. Así, inviertes tu tiempo y recursos para ser una persona más asertiva, abundante, espiritual, holística, empoderada…etc.  sin darte cuenta de que todo esto puede ser muy adrenalínico, pero, como cualquier droga, su efecto es pasajero y solo te distraerá de tu derecho a gobernar tu vida.

¿Y cuándo, entonces, te sumerges en el río?

Pues cuando decides dejar tu ropa en la orilla (por lo menos temporalmente) y te decides a probar las aguas de tus propios sentimientos, pensamientos, anhelos, pasiones y decisiones. Cuando vas perdiendo el temor a no tener la aprobación de la manada social o familiar y experimentas con responsabilidad la fuerza de tu propia naturaleza, única e irrepetible.

Pruebas las aguas, también, cuando vives nuevas experiencias, tomas decisiones a tu favor aún en contra de la opinión, amenaza y manipulación de otros: cuando decides quitarte las prendas que ya no te sirven y quedarte solo con lo necesario. Cuando sabes que puedes entrar y salir del río cuando así lo decidas, sin que eso dependa de cuántas personas están de acuerdo contigo, o no.

Te mojas también, cuando, luego de contarle a otros tu vivencia,  los invitas a experimentar bañarse en el río ellos mismos , y si no lo hacen, tú igual sigues disfrutando tu experiencia dentro de las aguas…

Dibujar un río y sumergirte en él son cosas muy distintas.

Me gustaría contarte de mis baños de río, pero no quiero exceder las palabras ni tu paciencia de leer hasta aquí. Solo te contaré que hace algún tiempo decidí teñirme el cabello de rojo, cuando mis amigas solo se cubrían o dejaban canas. Me sentí muy bien, nunca antes había experimentado tanta libertad. Tampoco imaginé que durante los tres meses que duró el hechizo, cada mujer que encontraba, desde inquietas jovencitas de colegio hasta dignas señoras de su casa, dijeran al verme: “Ayyyy yo también quiero así»

 Esta es una pequeñísima, ínfima muestra, de lo que voy logrando cuando decido bañarme en el río, pues luego de cada salida solo me provoca decir: “Confieso que he vivido”.

 Te aliento a meterte en el río…

¿Qué no sabes nadar? No importa.

Te cuento que yo tampoco sé, pero ocurrió que una tarde, cansada ya de tantos paisajes descoloridos y pinceles desgastados, decidí acercarme a la orilla,  y empezar mojándome  los pies…

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