“No estudien… ¿para qué estudian? …El que nada sabe, nada teme”, decía con una amplia sonrisa Carlos M. (el más relajado y carismático de mis compañeros de universidad) mientras irrumpía en el salón de clase casi burlándose de los que, desesperados por aprobar el examen (que empezaría en 10 minutos) revisábamos ansiosos los últimos ejercicios y problemas tratando de adivinar, al menos, una o dos de las “fijas” que vendrían en el examen. Obviamente, ninguno de nosotros confiaba en lo que ya habíamos aprendido y revisado en los días previos. Lo que tratábamos de hacer, más bien, era adelantarnos a lo que iba a suceder ejercitando en los últimos cinco minutos, no nuestra capacidad intelectual sino nuestros supuestos dones predictivos cual pitonisas griegas.
Lo mismo pasa a veces en nuestras vidas cuando tratamos de asegurarnos los escenarios más favorables, consultando con algún “experto en el porvenir” esas “fijas” que nos garanticen el “éxito”. Y es que ese bichito de querer saber por anticipado lo que va a suceder, o querer obtener resultados utilizando no necesariamente tus propias capacidades y recursos, hace que de pronto te encuentres mirando cómo se quema un cigarrito o cómo se acomodan las cartitas del Tarot.
Y no hablo de tu posible interés serio en las ciencias esotéricas, que debo confesar me despiertan cierta fascinación ya que son una fuente de información y sabiduría respetable. Lo que creo es que estas formas de predicción no tienen nada que ver con lo que te/me/nos va a ocurrir en lo se suele llamar “futuro”.
Si hablamos de “futuro”, podríamos decir que esta es solo una construcción mental basada en el conocimiento (sesgado y limitado) y el tiempo que en realidad no existe de modo absoluto (Te sugiero revisar: “¿Tendrás un tiempito?”).
Lo que me parece que alimenta este bichito futurista tiene mucho más que ver con un pensamiento recurrente que tiene características inflamatorias, cuando no, infecto contagiosas, y que yo llamo el síndrome “YSI”.
Y si no lo consigo, Y si no me responde, Y si no viene, Y si pierdo plata, Y si me deja… Y si…
Este breve e inofensivo Y si, en realidad, esconde el a veces inconfesable: “Tengo miedo que…” que para muchos podría ser algo incómodo de decir, pero que para efectos de su curación y liberación, es necesario admitir.
Sentir miedo de que algo no resulte como lo planeamos o esperamos es inherente a nuestra condición humana, al igual que la capacidad de reír, de amar, de crear. Lo importante no es tratar de eliminar este miedo sino de admitirlo y pasar a través de él. Y la clave de esto es decidir cada día lo que creo que es mejor para mí sin perjudicar a otros. Cada decisión que tomes estará dibujando/configurando tu esperado “futuro” y abrirá un abanico de posibilidades que a su vez serán nuevos campos para decidir de acuerdo a lo que se vaya presentando cada día. Nada está escrito. Todo se está delineando y redefiniendo cada día y a cada momento y con cada nueva decisión que tomes. Esa es la maravilla de la vida, el precioso regalo del libre albedrío.
Si empiezas a verlo así, entonces tu recorrido será ligero y te acompañará el entusiasmo, la gratitud, tu capacidad creadora e ingenio. No tienes que apresurarte a saber “la fija” del examen o invertir cierto/tanto dinerito en consultas esotéricas, porque si te pones a pensar ¿Quién podría haber predicho cuando tenías 15 años cómo lucirías a los 30? ¿Cómo vestirías, dónde y con quién o quiénes vivirías? ¿Qué te emocionaría? Y a los 30 ¿podría alguien decirte cómo sería todo esto a los 50?
¿Puedes acaso predecir (o alguien ducho en la materia) qué personas llegarán a tu vida o se marcharán para siempre en los próximos 5 años? ¿Cuántas en los próximos 10 o 15? O saber, tal vez, qué o quién te hará vibrar o te decepcionará el próximo año?
Y es que no existe una predicción que garantice el cumplimiento de un anhelo ni profecía que lo condene a morir antes de ver la luz de su realización. Existe el anhelo que se alimenta de tu propia luz interior, que ES y VALE por el solo hecho de haber nacido de ti, y estará siempre latente, cual semilla preciosa, para manifestarse en los incontables “futuros” que la inteligencia que está detrás de ti, decida crear.
Vivimos en todos los “tiempos” y estos se concentran en cada instante vivido, la Vida crea y se recrea, y está ahí, a mitad de camino entre tu ombligo (origen) y tu garganta (expresión).
Así que no te prepares para el examen solo por temor a desaprobar, confía en todo lo aprendido hasta hoy y en tu irrenunciable capacidad de decidir que hace posible rediseñar tu futuro a cada instante. No trabajes ni ahorres dinero por temor a no tener una buena vejez, ten una buena vida ahora sin dejar de decidir a favor de tu bienestar, y no solo tendrás sino que vivirás una buena vejez. Y así, casi como jugando, llegarás a la certeza de que no eres víctima indefensa de las circunstancias y caprichos de los dioses, sino el Gran Diseñador y Constructor de tu destino.
Lo último que supe de Carlos M. es que se casó con la mujer de su vida, a quien conoció en la universidad. Tiene una bella familia y un trabajo en el que desarrolla sus habilidades personales y profesionales y que , además, no le ha hecho perder esa mirada pícara y su particular filosofía. La última frase que dijo al despedirnos, aquella vez que lo encontré en una concurrida avenida limeña luego de 20 años, fue: » A la gente de la promo le encanta seguir estudiando y yo no sé para qué. Yo mejor, me quedo así «.
Vickyta, me gustó mucho este post, Me siento agradecida x compartir tanta maravilla q gracias a tu arduo trabajo recopilas para luego brindárnosla a cada uno de tus seguidores. Es una maravilla lo q tú haces.
GRACIAS.
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Es muy lindo lo que dices querida Milagros,, pero lo más importante e es saber que podemos comunicarnos a la distancia y compartir vivencias y reflexiones. Me siento afortunada de recibir tu comentario, me alienta mucho en este camino a veces incierto de la comunicación virtual. Te abrazo a la distancia.
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