“El tiempo es oro, no desperdicies ese tesoro”, decía un conocido refrán en las líneas de algún texto escolar o en el bien intencionado consejo de algún profesor amigo. Y era verdad para las atentas mentecitas de los alumnitos de entonces: “Había que aprovechar muy bien el tiempo aprendiendo siempre cosas nuevas y de provecho para conseguir un futuro mejor”.
Una fría mañana de domingo, décadas más tarde, sentada en una húmeda banca de un parque de Lima, me provocó meditar sobre el tiempo. Había quedado en tomar desayuno con una amiga y tenía la sensación de haber llegado muy temprano. Eché un vistazo a mi irrenunciable relojito de pulsera: “7 y 25 am. Hay que esperar 35 minutos”, pensé. Me había adelantado a la cita. Entonces, me acomodé un poco para descansar la espalda en la banca, miré el pálido gris del cielo limeño (que pareciera ser por momentos como una sábana que algún día fue blanca y hoy luce percudida), pasé la vista por las copiosas ramas de verde aterciopelado de los árboles cercanos, el parque estaba desierto…entonces pensé: “Aún hay tiempo…” “ Sí, claro, yo tengo tiempo pero ¿y qué del tiempo de los otros? ¿de los que no percibo con mis sentidos en este espacio presente? ¿qué del tiempo de los que están corriendo para alcanzar un bus o un avión?, ¿Qué del que está sumergido aún en el sueño, viviendo experiencias que luego no recordará más, o tal vez cuente a otro y le diga, en cinco minutos, cosas como: “soñé que caminaba por un sendero largo y llegaba a una casa en la que había una celebración, y daba luego un gran discurso y después bailaba y bailaba hasta el amanecer … etc. etc.” ¿Es ese tiempo vivido en el sueño el mismo con el que cuenta su relato al despertar? ”
“¿Y qué hay de aquel que a esta misma hora, domingo 7: 25 am, se está despidiendo de esta vida terrenal sintiendo que se acabó su tiempo, al mismo tiempo que yo digo “Aún hay tiempo”?
Entonces ..¿Qué es el tiempo?
Lo primero que supe fue que era una dimensión, una medida, un conteo, una forma de uniformizar o uniformizarnos (¿?) o de ponernos de acuerdo para realizar cosas. Pero ¿no será que nos creímos el cuento de que el tiempo existe independientemente de nosotros? ¿Es decir, que convertimos el instrumento de medida en la materia de la medida? o mejor dicho, que confundimos la tasa medidora con la harina, la cucharada con la miel, y el gotero con el agua ( no solo la del vaso sino, tal vez , la de ríos, mares y océanos)?
Cuando dices: “No tengo tiempo, mi agenda está llena esta semana” o “Me encantaría colaborar, pero tiempo es lo que me falta”, el que te escucha puede llegar a creer que eres una persona muy ocupada o importante, que no tienes tiempo para “otras cosas”; pero lo que en realidad ocurre es que tiempo tienes, pero espacio en tu vida para aquello que te piden hacer, no. Porque el asunto, creo yo, tiene que ver más con prioridades y decisiones que con minutos, horas y días.
Esto trae a mi memoria un relato de Emilio Carrillo que leí hace algún tiempo, en el que cuenta sobre un lugar del planeta- escondido entre espesas brumas de niebla- en el que el tiempo se mide de forma distinta a la que estamos acostumbrados. Se trata de Ávalon (isla mágica para algunos, real para otros, pero en ambos casos oculta a los ojos profanos). En ella, sus habitantes han diseñado un sistema de vida que tiene un ritmo muy distinto al que llevan hoy la mayoría de sociedades: El día de 24 horas está dividido en tres partes iguales a las que llaman “Dedicación”, La primera es “ Dedicación al Descanso”, que abarca la noche cerrada y el amanecer e incluye dos tiempos de meditación personal , al comienzo y al final del período, así como el desayuno; la segunda es “Dedicación al Amor” en el que se realizan trabajos al servicio de la comunidad conforme a la vocación y talentos particulares (cuenta con una interrupción para la comida) , y la tercera “Dedicación Íntima», que ocupa la tercera y última parte del día y se centra en el recogimiento interior, el silencio, la lectura, e igualmente el encuentro con los demás (se produce en torno a la cena) para compartir tanto reflexiones y experiencias como juegos y divertimentos y expresiones artísticas individuales y grupales. Estos tres períodos de Dedicación están a su vez divididos en cuatro “soplos de viento” compuesto cada uno por 1560 “respiraciones” y esta cifra es el número de veces que un ser humano normal y en estado sereno reproduce el ciclo inspiración-expiración, a lo largo de un “soplo de viento”.
Como puedes ver, los habitantes de Ávalon tienen una cuenta del tiempo muy distinta al no emplear ni el segundo, ni el minuto, ni la hora, ni las semanas, ni los meses…Aquellos que han tenido el privilegio de visitar esta isla, afirman que el tiempo allí transcurre sereno, en armonía y equilibrio con un espacio siempre presente y que, por ejemplo, 30 días de nuestro calendario corresponderían a apenas una semana de siete días allí.
Del tiempo también se ha hablado en “Las Aventuras de Alicia en el país de las Maravillas”, novela escrita por Lewis Carroll, en la que de forma amena y fantástica, el autor nos trasmite la idea de que la manera en que concebimos el tiempo no es el único patrón disponible. En algunos pasajes del viaje de Alicia, esta puede transformar su cuerpo de acuerdo al espacio y ambiente, alargándolo, aplanándolo, reduciéndolo, etc.; y en los diálogos con algunos de los personajes nos deja ver que el tiempo puede manejarse no de manera lineal y secuencial (un día tras otro), sino también acumulativa, reiterativa , estática o infinita.
Me interesó especialmente el breve diálogo sobre la eternidad que intercambian Alicia y el Conejo blanco: Alicia: ¿Cuánto es «para siempre»?, El conejo blanco: “a veces, solo un segundo “. Este libro fue publicado en 1865, coincidiendo con los debates que el mundo científico tenía sobre la idea de tiempo y espacio. El autor de esta novela, cuyo nombre real era Charles L. Dogdson era matemático, lógico y fotógrafo, y compartía la visión de que la geometría del espacio y el tiempo no son universales.
Y me imagino que alguna vez llegó a ti la idea de la “Máquina del tiempo”, ese aparatito en el que habrás fantaseado ingresar y transportarte al pasado o al futuro para “rectificar” el primero y “diseñar” tus sueños en el segundo.
Esta idea es muy antigua y al parecer ha sido más que una fantasía, pues científicos de todos los tiempos han intentado descubrir de qué manera esta idea de los viajes en el tiempo es factible o solo una semilla de ciencia ficción. Albert Einstein, H. Minkowski, S. Hawkings, K. Thorne, H. Everett, entre otros, han formulado hipótesis, realizado mediciones y experimentos para intentar explicar que el tiempo , bajo determinadas circunstancias físicas y vibratorias, se hace más lento o se curva , para aparecer en otro espacio temporal , rompiendo toda posibilidad lógica de medida lineal o secuencial. Es más, últimamente ya se habla de universos paralelos, de realidades temporales que existen al mismo tiempo en el mismo espacio físico o geográfico.
Pero no vamos a ahondar en esto porque mi intención no es para nada zambullirme en el lenguaje de físicos y matemáticos (por algo los cursos de Física I , II y III que llevé en la universidad , se multiplicaron por 2 y hasta por 3 , Ja, Ja !), lo que en realidad quiero decir es que tal vez, a lo mejor, quizás, algún día , tengas un tiempito (¿?) y te detengas a evaluar si lo que estás viviendo es realmente tu tiempo o un conteo ficticio de él….
Me explico:
Cuando estás saliendo a la carrera para el trabajo o estudios, o para alcanzar un bus interprovincial, sientes que el tiempo “vuela”, que pasa demasiado rápido para tu gusto, que quieres que pase “algo” para que no llegues tarde a ese examen, entrevista o terminal. Y miras y miras la hora como si al mirarla pudieras detener el cronómetro, o en cambio (y a la vez), lanzas una mirada concentrada a la luz roja del semáforo para que con tu poder mental (¡!) hagas que cambie al instante a verde y puedas seguir la marcha. Entonces, el espacio… desaparece.
Pero si, en cambio, acudes a una cita romántica con alguien encantador (ojo al adjetivo) puedes pasar horas y horas riendo , conversando, caminando, besando, y otros “ando” y sentirlas como si fueran minutos. Aquí, el tiempo pareciera no transcurrir y por su puesto tú tampoco quieres que transcurra (preferirías tal vez que se estirara como el queso derretido para poder disfrutar más de tu Flautista de Hamelín), no miras el reloj para nada, el espacio compartido con tu acompañante ocupa todos tus sentidos, y entonces, el tiempo…desaparece.
Otras veces, el tiempo no desaparece sino que su conteo es lento, interminable, como cuando esperas para ser atendido en una sala de hospital o estás parado en la larga cola frente a la ventanilla de un banco. Y entonces, quieres que vaya rápido, que corra, que vuele…
Einstein, ya en 1915, daba ejemplos parecidos para explicar en palabras sencillas su “Teoría general de la relatividad” y creo que lo que quería decirnos es que las experiencias vividas por cada uno de nosotros son percibidas aparentemente en una línea temporal que va del antes al después, pero en realidad , estas experiencias solo son reales en la medida que pueden ser interiorizadas por la consciencia, no solo en el tiempo, sino también en el espacio y con todos los sentidos disponibles.
Para no ponernos muy profundos, podría decirte que a mí me ayuda esta frase: “Puedes dar la vuelta al mundo en 80 días o la vuelta al día en 80 mundos”. Es decir, tu tiempo vivido, el verdadero, el que va a prevalecer, no puede ser contabilizado en días, meses o años, sino en experiencias, en todo aquello que puedas vivir en plenitud, en verdad, en consciencia. Entonces puedes aprender en un día o aun en un instante lo que para otros les puede tardar semanas, meses, años o vidas…. Por eso, tu tiempo no es el tiempo del otro, de tus seres queridos, de tus amigos y conocidos, lo que compartes no es tiempo sino espacio en tu vida y ese espacio puede ser siempre flexible y elástico según lo que tú decidas o consideres como prioridad.
“El tiempo es oro, no desperdicies ese tesoro” hoy tiene una nueva versión: “El tiempo vale más que el dinero “ ; pero yo diría: “ Sí, señores, es así, pero no el tiempo cronológico sino el tiempo real, el que construye experiencias que nutren la existencia , el que aporta entendimiento y plenitud”.
Me ha parecido un concepto muy interesante ,me identifico con muchos párrafos de esta deliciosa lectura ,cuando era mas joven tenia un concepto del tiempo de manera mas cronológica, tenia claro que mi niñez había durado una cantidad de años mas allá de lo que todos decían, en apariencia pasaron todas las etapas de mi desarrollo intelectual y físico de manera cronológica , termine el cole, ingrese a la universidad ,me case y para mi recién allí deje la niñez , luego vienen los espacios relacionados al tiempo en los años de mis hijos y de los acontecimientos mas importante de sus vidas , después me pierdo muchos años en el tiempo de ellos , de mi esposo, la familia y etc , no se en que momento despierto y el tiempo empieza a ser importante a partir de lo que es trascendente para mi, ya no espero nada ,ahora cada día , cada momento es un tiempo valioso para mi, he dejado de contar los años ,lo que paso , lo que pasara , ahora VIVO, HAGO, APRENDO,CONSTRUYO, me relaciono con mi entorno de manera natural y espontanea , siempre en el AHORA.
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Excelente reflexión!! «Vivo, Hago, Aprendo, Construyo» acciones clave en el momento presente que de seguro añadirán a tu vida un tiempo realmente vivido y disfrutado. Tu experiencia y visión actual de las cosas nos nutre a todos. Enhorabuena!!!
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