“La función…tiene que continuar, el público no tiene por qué verse afectado. Ya después se verá. Un actor es actor hasta el final” (¡?).
Esta es una frase conocida que muchas veces la he escuchado decir a profesores de teatro, actores y directores, y recuerdo que hasta mi madre la dijo alguna vez cuando, luego de haberme preparado por varias semanas para representar una escena de teatro escolar llamada “La pequeña madrecita” y con solo 5 años de edad, me encontraba temblando de nervios detrás del grueso telón del escenario desde donde ya se oían los rumores del público asistente. Recuerdo que dije: “Mamá, me duele la barriga, creo que mejor no salgo, es muy largo mi papel…” Y ella, en tono muy severo dijo: “¿Qué? ¿Cómo se te ocurre decir eso? El público espera, ya no hay marcha atrás” y yo: Pero… Y ella: No, La función tiene…
Y continuó…
Hoy, luego de muchas décadas me puse a pensar en la magia que se esconde detrás de una representación escénica (porque hoy no solo existe el teatro, sino también, la improvisación, el stand up comedy, los shows unipersonales, el clown, etc.) En cada una de estas manifestaciones está en juego la creatividad, la expresión gestual y corporal, y sobre todo el deseo imperioso de expresar , de convencer, de que te crean. El actor sabe siempre quién es aunque en el escenario juegue a ser otro muy distinto, o a veces tan cercano, que le da terror pensar que puede ser “ese” que está representando. Hay actores que no terminan de resolver este conflicto y trasmiten cierta inseguridad al público, en cambio otros , lo resuelven tan bien que hasta se “enamoran» del personaje creando así un “doble»que empieza a acompañarlos interfiriendo en su vida digamos “normal”.
Existen los directores , muchos de ellos también actores o ex actores, que transitan por caminos un poco más sinuosos y a veces no tan diáfanos, que sienten el torrente de su incontenible creatividad y la vuelcan, cual Cataratas de Iguazú , a los cuerpos y mentes de sus discípulos casi siempre dispuestos a responder al llamado sea por vocación o sumisión . El resultado: creaciones geniales, en el mejor de los casos, y rarezas abstractas difíciles de leer por el público, en el otro; pero en cualquier caso, algunas “bajas” de actores ya sea por deserción o por selección a la manera de sobrevivencia de los más aptos.
Pero también están los actores o aspirantes a actores que descubren en el teatro su verdadera vocación y se entregan por entero a ella trabajando con tesón , humildad y que conocen muy bien sus capacidades y cuándo ponerlas al servicio de un proyecto y su director. Algunos logran tal nivel de autonomía y auto gestión que pueden bien manejar su profesión de manera independiente sin que esto excluya trabajar temporalmente bajo las indicaciones de un director en alguna obra de su elección.
Y están los directores conscientes de su realidad y del valor del ser humano, los que trabajan incansablemente por formar actores desde la confianza y respeto por su propia naturaleza física y psicológica. Ellos logran crear importantes lazos entre el individuo, la sociedad y la raza humana . Muchos trabajan invisiblemente en comunidades alejadas o con grupos humanos vulnerables y no son necesariamente los que vemos en las carteleras o medios de difusión.
Pero… te preguntarás a qué viene todo esto del teatro, directores y actores. A qué esta magia de sentirse otro, de querer trasmitir, gustar, convencer, etc. Y es que tiene mucho que ver con lo que tú, yo, él, ella , ellos y nosotros hacemos a lo largo de nuestra vida: REPRESENTAR.
Representar primero al hijo obediente o arisco, al hermano solidario o egoísta, al estudiante aplicado o relajado.
Luego, están los roles de los enamorados: dulces y cariñosos o celosos y controladores.
Las madres protectoras, sobre protectoras, controladoras, permisivas y perfeccionistas. Los padres severos, engreidores, confiables, machistas, críticos, ausentes…
El esposo comprensivo, compañero o egoísta e infiel. La esposa abnegada, ahorrativa, sensual…
La hija o hijo mayor “Jefe de familia”, responsable y sacrificado, que siempre tiene que poner orden.
Los trabajadores y empleados responsables, relajados, honestos, colaboradores, eficientes, explotados…
El ciudadano solidario, consciente de su entorno y su cuidado, o indiferente y egoísta.
En fin, toda una gama de roles o personajes que asumes como verdaderos y que representas en distintos momentos de tu vida sin ser muchas veces consciente de que solo eres un actor ( Tu Ser ) que participa en un escenario temporal (tu vida física y emocional), representando a un personaje ( tu nombre, dirección, perfil de Facebook, Instagram o Linkedin) que ejecuta un guión (hábitos , rutinas, responsabilidades ) con un vestuario ( tu look y tus kilos ), bajo la dirección – y aquí viene lo más interesante- del director al que tú has decidido “seguir” o “creer” ( Tus jefes, tus gurús, tus tradiciones y creencias, tu ideología, en fin , tus “amos”).
La Vida es un gran teatro pero, al parecer, los actores como Tú , yo y los que conocemos nos la hemos creído todita. Tal vez estás creyendo que hay una única función y no abandonas el libreto por temor a “no pertenecer”; o te gustaron tanto algunas escenas y te enamoraste de tu(s) personaje(s), que se impregnaron en tu Ser de tal manera que ya no te reconoces a ti mismo. O quizás, no puedes decirle NO al director porque crees que tiene todas las respuestas y puede pensar mejor que tú y tu propia percepción. Tal vez, necesitas más de la cuenta los aplausos del público, en señal de aprobación, aunque te sientas agotado física y emocionalmente.
Siempre me fascinó el teatro, sobretodo porque veía cómo un actor se puede transformar en lo que decida si lo ha trabajado lo suficiente y vencido sus propias limitaciones (reales o imaginarias), y cada vez que he asistido a una obra , he sido consciente de que tendría un final y que si yo lo decidía podría volver en otra ocasión y ver una obra distinta. Y en ese buscar lo que soy y tratar de acercarme a mi esencia he participado de algunos talleres de actuación y vivido de primera mano el proceso de ser “otro” e intentar “convencer”.
No es nada fácil, pero todo esto me ha servido para entender que mi vida personal es el mejor escenario para descubrir los múltiples personajes que puedo ser y dejar de ser, que hay muchas obras, propuestas y variaciones escénicas, que el director puede ser uno que yo elija o ninguno, y que todo eso no impide que yo disfrute el máximo placer de expectar mi propia representación, aunque yo sea la única en la sala, porque sé que siempre habrá una nueva función.
Porque siempre se puede recomenzar, abandonar roles innecesarios, dejar de agotarse con guiones sin sentido, cuestionar las directivas de mis “superiores” circunstanciales, decir NO a personajes que chocan con mi naturaleza y sensibilidad, siempre puedo sentarme en una butaca para evaluar el proceso de mi vida y hacer los cambios necesarios. Siempre es posible seleccionar el reparto de mi obra.
Y te dejo con estas preguntas que fueron disparadores de grandes cambios en mi vida, esos que me ayudaron a descubrir y desarrollar el mejor personaje: Mi Ser.
¿Qué personaje(s) estás representando hoy?
¿Quién es tu director? ¿Cuánto dura la temporada de tu obra?